Esta nueva entrega de Maléfica no sigue el mismo tono oscuro de la PRIMERA ENTREGA en cuanto a la trama pese a que sigue siendo la “traición” el punto de quiebre. Donde antes hubo pausas que permitían sentir el dolor, el enojo y el resentimiento que endurecieron el corazón de Maléfica convirtiéndola en un ser tan despiadado que fue capaz de maldecir a una niña inocente por venganza, ahora disfrutamos de un tono más ligero con mucha acción a un ritmo veloz.
El cambio radical que se ha producido en su carácter responde a la felicidad. Maléfica está libre del odio que provocó la traición de Stefan en su corazón y de la angustia por el destino de Aurora aunque, el no es libre del prejuicio por parte de los humanos. Maléfica nunca ha perdido de vista que no es aceptada. Lo acepta como parte del deber ser dado su pasado. Tampoco es que le fastidia. Simplemente está en paz, disfrutando de la vida y de su familia. Por esta razón, no explota cuando Aurora le avisa que va a casarse (a pesar de que sigue pensando que el amor de pareja no existe) y acepta acompañarla al Castillo de los padres de Phillip…