Ahora que leí el libro traté de enfocarme en él nada más sin tomar en cuenta, o por lo menos, no tanto, las sensaciones ambivalentes que me provocó Lord Henry desde el mero inicio en la película hace ya bastante tiempo. No quería “condenarlo” sin haber leído primero. ¡Y es que lo detesté!. ¡Lo culpé de la ruina moral en la que había caído Dorian Gray, ingenuamente al principio y luego, abiertamente!. Me dije: ¡Qué desgraciado!. Nunca se atrevió a ser más que un envarado personaje de clase alta que invierte su tiempo en sandeces porque es incapaz por completo de “vivir”.
Está tan abotargado que la vida se le ha ido escapando entre los dedos y el no ha sido capaz de dejar ni la más tenue huella en el universo y, a la desesperada, invirtió sus “últimos cartuchos” en “enseñar” a Dorian cómo lograr la perfecta decadencia, para por lo menos divertirse con los “cuentos macabros” que escuchaba de su boca sin que nada de lo que ocurría a su alrededor hiciera mella en su perfecta, aristocrática y falsa pantalla.
Pues bien. Ya terminé de leer el libro y ahora, ¡LO ODIO MÁS!. 😀