Lily intentó dar marcha atrás, asustada por el tono letal que escuchó en la voz de Severus, pero el guante de acero en el que se había convertido su mano sobre la suya no le permitió alejarse ni un paso. Lo miró con terror. Severus abrió los ojos desmesuradamente mientras sus pulmones se llenaban lentamente hasta casi explotar y luego expulsó todo el aire en una sola exhalación, como si pretendiese empujarlo fuera de si, desalojarlo de sus pulmones y quedar vacío. En ese momento, todos sus temores se habían materializado y cayó hacia delante hasta apoyar las manos en sus muslos. Su rostro reflejaba el dolor más grande que un ser humano pudiera sentir. Lily se arrodilló a su vez frente a él y le levantó el rostro hacia ella con delicadeza. Clavó la mirada en sus ojos oscuros y la invadió una ternura que no recordaba haber sentido nunca antes, ni siquiera hacia el propio Severus, lo cual la maravilló, siendo que siempre pensó que no se podría sentir “más”.
– Respira, por favor. – Susurró Lily colocando sus labios entreabiertos sobre los suyos – necesito que respires. Por favor. –
Lo besó dulcemente hasta que sintió su aliento brotar de sus labios. Ella misma respiró más acompasadamente dejándose llevar por las sensaciones que los labios de Severus despertaban en ella.
Finalmente, Severus tomó su rostro y devolvió el beso de la misma forma suave y “sedosa” en la que lo recibía. La ayudó a incorporarse y siguió besándola, ahora más profundamente, mientras unas gruesas lágrimas se escapaban de sus ojos y se entremezclaban en sus bocas. Lily las saboreó y pensó fugazmente en lo amargas que eran. El tiempo pareció detenerse para ellos, pero a su alrededor, todos los observaban con curiosidad, ternura y también con el más profundo odio.