Pasada las emociones del día, todos se retiraron a sus respectivas habitaciones para descansar. Cissy tenía la sensación de que algo en ella estaba cambiando. Sentía un ligero cosquilleo en la piel que nada tenía que ver con frío, calor o ninguna sensación corpórea conocida para ella. Decidió simplemente disfrutarla y al igual que todos, descansó muy bien y se levantó temprano. Se reunió como siempre con los de su casa en la sala común y se encaminaron todos al gran comedor.
– Vaya, pensé que había sido yo sólo, pero veo que todos hemos dormido y descansado mucho. Resultó muy estimulante la…sesión… –
Joshua recibió con una sonrisa la mirada altiva de Severus y la avergonzada de Lily. Decidió no hacer más comentarios y todos se dispusieron a comer, compartiendo la broma.
– “Así es todo siempre, sin importar lo que suceda, estamos juntos y punto”. – pensó Lily y casi todos recibieron su pensamiento sin hacer ni comentario ni gestos y Lily se los agradeció.
– ¿Les parece bien si vamos hoy a la huerta a ultimar detalles? – preguntó Valmont contento.-
– Sí, claro, aunque debo decir que más bien sería a deleitarnos con ella, Valmont, ¡tienes muy buena mano con las plantas!. –
– Gracias Orel. – dijo Valmont agradecido.
El día pasó veloz y cada quien se ocupó en lo suyo (cosa rara). Hicieron deberes, atendieron sus clases y cuando ya estaban reunidos en la sala común de Slytherine, después de comer, esperando a los pequeños para ir a la huerta, apareció en medio del círculo que formaban sentados uno al lado del otro, lo que parecían ser unas pequeñas nubes de gas brillante, casi transparentes. Más por reconocer la esencia de sus dueños que por la forma que adoptaron (aunque sí parecían un lobo y un toro en miniatura) supieron que eran los patronus de Goldie y Andrés, los cuales al unísono dijeron “huerta” antes de desvanecerse.
Corrieron a la ventana y al asomarse a ella, vieron a los niños de pie, en medio de la huerta, haciéndoles señas de que fueran enseguida.
– No, por la escalera. – dijo Severus cuando presintió la intención de todos de lanzarse por la ventana para llegar más rápido con los niños, aunque no se los apreciaba en peligro latente.
Visiblemente decepcionados porque por un momento, pretendieron usar el mismo método de Lily para lograr la transformación a voluntad, pero entendiendo que no era lo apropiado, los chicos se apresuraron a salir de la habitación y dirigirse a la huerta. Cuando llegaron, la encontraron completamente destrozada. Goldie y Andrés, derramaban gruesas lágrimas de frustración y rabia y ambos presentaban signos de lucha.
– ¿Fueron de Gryffindor? – preguntó Lily sin aliento.
– No se atreverían. – respondió Severus en un susurro rabioso.
– De Slytherine – respondió Goldie. – Y mientras destrozaban todo, hacían bromas groseras acerca de los mestizos y los sangre sucia… –
– Así que alguien finalmente se…atrevió. – exclamó Severus casi eufórico. – Ya, ya, ¡que no es para tanto!. ¿Porque lloran, a ver?. Las lágrimas de rabia amargan cualquier poción… “Tergeo”…lo arreglaremos…vale?. –
Lily pensó que Severus tenía debilidad por las niñas y se lo imaginó, como pasaba bastante seguido, con una nena en las piernas. Haría lo que fuera con él.
– “Muy-graciosa”. – comentó Severus ofendido.
– No confundas Sev, ser amable y cariñoso con los niños no es “debilidad”. – dijo Lily lanzándole un besito.
– “Sangre sucia asquerosa” – leyó Joshua, observando con repugnancia el letrero que rotulaba la entrada a su huerta privada.
– Fue por nosotros entonces, lo siento. – dijo Valmont, hicándose y viendo primero a Severus y luego a Lucius, para después acariciar sus amadas plantas que ahora estaban aplastadas.
– Vamos chicos, en todo caso es contra casi todos: sólo Lucius y Cissy son “pura sangres”. – dijo Lily para reconfortarlo.
– Te juro querida que no he divulgado nuestras “extravagancias” y no sé cómo esta mocosa imprudente sabe de nuestras intimidades… – dijo Lucius muy divertido levantando en broma las manos frente a Cissy en un gesto de paz.
– Ciertamente, hoy, más de uno es “sangre pura”, eso puedo asegurarlo. – Dijo Severus.
Lily se sonrojó violentamente recordando su “encuentro” pero Severus observaba detenidamente a Cissy. Tenía en la mano la varita que Lucius le había comprado y encantado antes de llegar al colegio para que la obedeciera a ella, cosa rara, porque desde que ellos prescindían de andar con varitas por todos lados, ella lo hacía también porque no siempre funcionaba, sobre todo cuando ella y Lucius estaban lejos físicamente y aunque había sido conveniente para el colegio, no le tenía mucho aprecio.
– No dejaron una sóla planta incólume, ¡pero que lacra!. – dijo Cissy con desprecio haciendo movimientos circulares pronunciados con su mano, tratando de limpiarse los zapatos que se le habían ensuciado con el lodo que se había formado en la maltrecho huerta, pero la varita ¡no hacía ni chispas!.
Lucius siguió la mirada de Severus y su cerebro y corazón se pararon por un segundo. Estaban demasiado cerca para que la varita no funcionase, eso sólo quería decir una cosa:
“La varita funcionará mientras el poder del mago o bruja que la porta no interfiera”…
Lucius había realizado el procedimiento, bastante común en la antigüedad, en paises en los que no había colegios de magia y en los que padres o tutores enseñaban magia en casa. Los tutores hechizaban varitas para que funcionaran mientras el aprendiz en cuestión, aprendía a dominar sus poderes. Se graduaban cuando las varitas dejaban de funcionar gracias a la interferencia de los poderes del mago o bruja y se hacía preciso entonces que buscaran una que los escogiese (en algunos países, cuando esto se lograba, las habilidades del mago eran tales que podían incluso confeccionar su propia varita). En el Reino Unido, este procedimiento no sólo había sido escaso, sino prohibido, porque habían muchas referencias de que se había utilizado para manipular a muchos muggles incautos que creyendo que obtendrían poderes mágicos, daban al “maestro” todo lo que éste les pedía, siendo estafados flagrantemente.
¿Sería posible que hubiesen logrado por fin su objetivo?. Lucius le quitó la varita de las manos a Cissy quien al darse cuenta de lo que sucedía, se paralizó de miedo. Ya lo intuía, se había sentido diferente desde el día anterior, por eso tenía la varita en la mano pero no había tenido ocasión de usarla, no obstante, saber que efectivamente podía ser una realidad, atenazó sus sentidos. Lucius le dio vueltas a la varita entre sus dedos, imitando el movimiento que hacía cuando tocaba la batería en sus pocos ratos de ocio. Apuntó hacia el enfrente y la varita funcionó perfectamente.
– Dobby, ven aquí por favor. – susurró.
El elfo apareció en medio del grupo y Lucius le pidió dos cosas: Una, que los cubriera de las miradas indiscretas y dos, que revisara la varita de Cissy. El elfo, al tomar la varita en sus manos, abrió mucho los ojos y anunció:
– No está estropeada, mi señor. Está perfectamente bien. – susurró a su vez el elfo visiblemente emocionado, abriendo los ojos a cada palabra que decía. – Su poder está intacto en la varita… ¡Ohhhh, mi señor!. –
Temblando de emoción, Lucius tomó nuevamente la varita y miró alternativamente a Cissy y a la varita que seguía en sus manos. Ella, parecía una estatua de mármol, igual de inanimada, pero las estatuas de mármol no lloraban, ¿cierto? Y por su rostro caía libremente una única lágrima.
– Dobby…-
– Enseguida señor, enseguida. –
Un instante después, Lucius recibía en sus manos una caja, pesada y muy ornamentada, que contenía una varita de empuñadura maravillosamente sobria con detalles en dorado, que resaltaban la madera oscura de la cual estaba hecha. Medía unos 38 centímeros de largo y pesaba un poco más de lo normal, porque no era hueca, es decir, no contenía ningún elemento mágico como soporte. Severus ya la había visto antes. En su momento, Lucius le había comentado que cualquier elemento podría ser incluso un obstáculo.
– Y además, te aseguro que si algún día Cissy llega a necesitarla, tendrá tanto poder que sólo necesitará un mero conductor para su magia, de querer usarlo. –
Lucius dejó la varita que parecía flotar sobre el hermoso fondo de seda azul que la envolvía. Se arrodilló frente a Cissy y la miró con todo el amor que lo embargaba y se la ofreció cual si estuviera extendiendo un anillo de compromiso. Pero Cissy no se atrevía a tomarla. Había esperado tanto ese día y seguía pareciendo un sueño el que por fin hubiera llegado…Estaba tan asustada, tan nerviosa ante la perspectiva de que se tratase de un fiasco…
– No temas amor. Ya no más…nunca más…-
El amor de Lucius que veía tan claro a través de sus deslumbrantes ojos grises y sus palabras de ánimo, la convencieron finalmente y, erguida y con porte majestuoso, tomó la varita con desición. A su contacto, la varita echó las chispas doradas en varios tonos, como los destellos arrancados de una copa de champaña. “Es mía”, se dijo. En ese momento, todas sus esperanzas rotas, toda la frustación, toda la espera, la desilusión guardada durante tanto tiempo, cobraron su factura en Narcisa y se desvaneció. Lucius la atrapó con suavidad antes incluso de que sus rodillas se doblaran por completo. Se sentó con ella en el suelo y la acomodó en su regazo para luego depositar un millón de suaves besos sobre su rostro y un dulce y largísimo beso en su boca.
Cissy despertó, levantó una mano y acarició la mejilla de Lucius, quien la observaba sonriente.
– ¿Es verdad?. – se preguntó. – Sí, lo es. – se respondió viendo la verdad en los ojos de Lucius. – Por fin amor. Gracias por nunca haber perdido la esperanza y haberme mantenido en pie durante todo este tiempo. –
La felicidad no cabía en el pecho de Lucius. Se sentía tan grandioso, tan poderoso y tan insignificante a la vez ante los sentimientos que Cissy despertaba en él y ella por su parte, se sentía igual. Se abrazaron fuertemente mientras ambos lloraban de felicidad.
Sólo Severus y Lily sabían realmente qué estaba sucediendo. Los demás nunca habían notado nada extraño, para ellos, Cissy era parte de ellos y con eso era más que suficiente. Sólo tenían la vaga idea de que ella y Lucius habían estado mucho tiempo luchando por alguna empresa en común, en la cual estaban dispuestos a participar en el momento mismo que fuera necesario.
– Dobby…- susurró Cissy al cabo de unos minutos.
– Aquí está Dobby, mi señora – respondió humildemente el elfo con las manos juntas frente al pecho, donde estrujaba el pañuelo con que recogía las lágrimas de felicidad que le inundaban el rostro.
– Gracias también por tu ayuda – dijo Cissy luego de arrodillarse frente a él y abrazarlo, todavía llorando.
Severus le ofreció la mano a Lucius para ayudarlo a levantarse y cuando lo hizo, lo abrazó muy fuerte y éste susurró sobre su oído un suave Gracias y aunque no lo acompañó sonido alguno, Severus lo escuchó con el corazón.
– Sabía que tú serías la clave… tú y Lily… –
Lily los abrazó a ambos y uno a uno se fue uniendo al abrazo grupal.
***
– Creo que tenemos algo que celebrar, ¿no es así?. – Dijo Joshua rompiendo el silencio. – Podríamos empezar con arreglar este chiquero. –
En ambiente de fiesta, pusieron manos a la obra. Antes de empezar, tomaron una fotografía mágica del estado de la huerta, donde se podía aquí y allá, cápsulas en miniatura que contenían flores y plantas venenosas y peligrosas, o de “cuidado”, como gustaban llamarlas, incluso un “lazo del diablo”, que estaba en un estado especialmente agresivo, que había crecido hasta ocupar apretadamente todo el espacio del que disponía en la cúpula que ocupaba. Estaba todo apretujado, luchando por crecer más y más hasta quedar libre cuando se rompiera su cárcel de cristal.
Lucius por su parte, redactó una escueta nota para Dumbledore en la que explicaba lo que había sucedido e informaba que pasarían todo su tiempo disponible (“incluso en las noches”, puso) trabajando en la huerta. Se sentía lo suficientemente indulgente, como para faltar a su impecable buena educación por lo que redactó la nota a manera de comunicado, que enviaría sin siquiera firmar. El gesto podría ser interpretado como lo que era, displicencia pura ante su autoridad, pero también podría ser tomado a manera de “familiaridad”.
– O y seguramente así será, asumirá que estás muy molesto y preocupado y se alegrará de que seas capaz de demostraciones de enfado… pensará que es “normal” y “sano”. – dijo Cissy señalando el papel sellado que había usado Lucius. Este quemó la nota en sus manos malhumorado y decidió sólo mandar la foto con una anotación en la parte de atrás.
– Repito mi pregunta: ¿porqué permites que te afecte?. Por favor, ¡¡¡que alguien la haga callar!!!. – dijo Severus.
Una hermosa flor de lotto, suspendida en su cúpula, gritaba a voz en cuello. Severus la observó imperturbale e hizo que la cúpula empezara a reducir, poco a poco, su tamaño. Cuando ya no era más grande que un galeón, dejó de agitarse y de gritar.
– Gennira, no pasa nada, ¿lo ves? – dijo Lily con voz tranquilizadora dándole unos suaves golpecitos a la pequeña cúpula – estás protegida allí dentro. ¿Crees que te hubiéramos dejado aquí de saber que había alguna posibilidad de que pudiera ocurrirte algo?. ¡Eres un milagro!. – Lily tomó una ramita chamuscada del suelo y la aplastó entre sus dedos. La flor se agitó pero no gritó. – ¿Vas a portarte bien?. – La flor cimbró y fijó sus ojos en los de Lily que la devolvió a su tamaño original. También hizo crecer un poco la cúpula del lazo del diablo, que al parecer había comprendido que pasaría con ella si seguía habiendo jaleo.
Lucius y Cissy habían hecho aparecer unas sillas y una mesa suya superficie era firme, pero un poco inclinada, lo que les daba mayor comodidad para hacer trazos sobre un pergamino. Estaban diseñando lo que se suponía sería un “depósito”, pero que según las miradas furtivas que lanzaban los demás de vez en cuando, tendría todas las proporciones y complementos de un chalet de lujo, como el que usaba el jardinero de la familia Malfoy con su familia en la Mansión principal o en cada una de las propiedades a las que tenía que ir constantemente para supervisar que sus hermosos jardines estuvieran a punto. Ni una ni otro prestaron caro a los comentarios que hacían sus amigos de que era demasiado y continuaron con su labor, muy contentos.
– ¡Baaahhhh, déjenlos!. Total, nadie más que nosotros y los invitados tendremos acceso ella. – dijo Joshua a Severus quien observaba con ojos entrecerrados el diseño del caserón.
– ¡Me niego a eso!…- exclamó Lucius de repente en tono frío.
– ¡Y yo también!. – comentó Joshua a las carcajadas, al ver sobre el hombro de Lucius. – te pasaste Cissy, no, no, no, jamás hubiera creído que fueras una chica tan… “Pink” (rosado en inglés) como dicen por allí. Me gustaban más tus gustos de antes. –
Soltó otra sonora carcajada y Cissy, un tanto abochornada pero igual de contenta, empezó a hacer desaparecer con su varita, los muchos tiestos con flores y adornos rosados que había dibujado sobre el pergamino. También modificó la luz, que iluminaba el dibujo con un tono rosadón, muy brillante y la cabió por un bonito dorado pálido, con lo que el lugar adquirió una atmósfera más sobria y elegante.
– Así está mejor…- aprobó Severus y se dirigió a la linde de la huerta donde lo esperaba Brownie, quien no podía verlos, gracias a la protección mágica que Dobby había puesto sobre ellos, aunque sí olerlos. Seguramente había ido a avisar a los suyos lo que había ocurrido y había esperado a estar envuelto en el manto de oscuridad de la noche para acercarse sigilosamente y ofrecerles su ayuda.
Lucius y Cissy le mostraron el anexo que haría las veces de entrada desde el Bosque prohibido, por donde podrían entrar sin ser vistos.
– Me parece muy bien. Estoy seguro de que será un placer para los demás, usarla cuando seamos invitados. Saben que son considerados más que magos por la mayor parte de las criaturas del Bosque desde que obtuvieron el don de convertirse en seres mágicos. – dijo Brownie.
Ilexhas, el unicornio que había dado su sangre voluntariamente a Orel y Roselynn, también se había acercado junto a Mielitrra, Herios, algunos bowtrukles y algunas hadas, que los ayudaron a revivir a algunas plantas y flores, la mayoría minimizadas, que habían sido aplastadas, mientras que los demás, excepto Andrés y Goldie, acomodaban el suelo y/o recolectaban semillas, hojas, tallos y todo lo que pudieran usar. Los más pequeños estaban encargados de vigilar las pociones que estaban preparando a partir de los elementos que recogían. Por su parte, Dobby había ido a cada habitación a buscar los elementos que hacían falta, más que nada para hechar un vistazo y prevenir suspicacias. Al regresar, se dispuso con Andrés y Goldie a clasificar los contenidos de los calderos, dividiéndolos en “Alto riesgo”: venenos, sobre todo, “prevención/cura”: antídotos, tónicos, atemperantes, de uso Casero y “Varios”, que incluían pociones anodinas y hasta las rematadamente estúpidas, como los filtros hilarantes, que nunca habían usado.
Estuvieron toda la noche y la mañana del día siguiente trabajando. Dobby les llevó cena y desayuno sencillos, porque estaban muy ocupados, pero al medio día siguiente, se lució llevándoles un copioso almuerzo. Cuando abrió ante ellos la enorma bandeja del postre, todos suspiraron y se echaron sobre el jardín frontal de la casita, que estaba despejado de plantas y sólo vestido con una hermosísima y reluciente capa de grama verde, menos Lucius y Cissy que en deferencia al cansancio y a la excelente comida, hicieron desaparecer sus sillas de trabajo y aparecieron sendos y mullidos butacones. Ambos saboreaban una copita de vino de elfo, mientras los demás tomaban granizado de jugo de maracuyá y todos disfrutaban de las almendras y nueces caramelizadas y espolvoreadas con polvo de hadas, los quesos variados y la mermelada de mora recién preparada por Dobby, todo esto acompañando las galletas kôsher preferidas de Joshua.
Todos, muy cansados pero satisfechos de su trabajo, se acomodaron para descansar allí mismo y durmieron plácidamente durante unas horas, protegidos por Dobby, mientras el castillo era un hervidero de gente que iba de aquí para allá bajo el influjo de la exitación que precedía a los grandes acontecimientos escolares. Nadie estaba al tanto de lo que pasaría en el concurso, pero sabían que sería algo grandioso, porque algunos participantes ya habían revelado que lo serían y eran lo bastante buenos como para ser tomados en cuenta, al punto de que se habían abierto apuestas clandestinas.
Los “leones”, apoyaban a los suyos y aunque Lily y Andrés no habían comentado nada de su participarían o no, el sólo hecho de no estar con el grupo “oficial” de Gryffindor, los hacía quedar como traidores y toda la casa les dispensaba el más vil repudio: Una cosa era andar con las “serpientes” de un lado a otro y otra muy distinta aliarse con ellos en contra de Gryffindor.
En el caso de Goldie y dado que no había ningún otro competidor de su casa, simplemente era como si no estuviera participando. La consideraban demasiado pequeña (y algunos, demasiado arrogante) como para tomarla en cuenta. Sólo sus amigos más cercanos de su casa, la apoyaban, los demás apoyaban a los de Hufflepuff que siempre había sido algo así como sus aliados.
Los alumnos de Slytherine estaban divididos. Una facción muy reducida pero bastante radical y con suficiente poder para intimidar a la mayoría, observaba de lejos la contienda previa a la competición. Estaban completamente seguros de que Lucius, Cissy y los Vanderbilt, participarían y sólo les había bastado preguntar para corroborarlo: – ¿Me creen tan tonto como para montar tanta parafernalia si no estuviera seguro de que participarían los mejores?. – les había comentado el profesor Slughorne, por lo que estaban listos para celebrar si ganaban, a pesar de que estaban seguros también de que algo harían para que en su equipo estuviera la “basura” de siempre con ellos, por lo que también estaban listos para condenar, si a causa de eso perdían. El resto, apoyaba a su casa sólo por hacer fiesta.
Por su parte, Dumbledore, con la idea de bajar las revoluciones, calmar un poco los ánimos, pero sobre todo, con la intención de desviar la atención del concurso, había concedido permiso de jugar partidos amateurs de quidditch en el estadio a todos los que quisieran, todo el día, pero nadie había asistido. Entonces, preparó otra estrategia y en ese momento se encontraba en su despacho, viendo el estadio, esperando que surtiera efecto. No tuvo que esperar mucho. Por la ventana se escuchaban cantos de victoria, aplausos y gritos, además de grandes masas trasladándose de un lugar a otro, pero más cerca, los pasos apresurados de la profesora McGonnagall, que irrumpió en la habitación azorada.
– Pero… ¿Qué es esto, Dumbledore? – preguntó blandiendo frente a sus narices, unos anuncios que decían que el concurso de pociones, programado para media tarde, sería a puerta cerrada como medida de seguridad. – ¡No puedes simplemente retirar ahora la invitación a los estudiantes!. ¡Albusssssss, tú mismo dijiste los invitaste!. –
– Recuérdame, por favor, ¿porqué me dejé convencer por nuestro querido amigo para hacer esto? – respondió pensativo a los pocos minutos, con la mirada fija en el solitario campo de quidditch.
– Con esto – blandió de nuevo los papeles. – sólo has logrado exacerbar más la situación. Nadie le ha hecho caso y ¡ahora están más insoportables que nunca!. ¿Qué no oye los cantos hasta aquí?. ¡Se escuchan perfectamente!. ¡Nunca había visto tanto revuelo!. ¡Se han unido todas las casas para buscar por todos lados dónde será el concurso para estar presentes!. ¿No los oye correteando por todo el castillo? ¡No permitirán ser exluidos a última hora!. –
Dumbledore hizo levitar ante los ojos de la profesora McGonagall un lujoso programa. Tenía una cubierta de terciopelo azul y estaba atado con una delicada cinta de seda plateada. Ella lo tomó, lo abrió y lo leyó detenidamente. Se acercó a la ventana donde estaba el profesor mirando a lo lejos y dijo un tono más bajo y reposado:
– Bueno, no esperaba menos de Horace. Sabías perfectamente que no iba a dejar escapar la oportunidad de regodearse. A pesar de ser un genio y un docente dedicado, son muy pocos los que toman en serio su materia, la mayoría cree todavía que la magia es sólo usar la varita y que entre más chispas ésta escupa, más poderosos son. Esos dos por ejemplo. – señaló abajo, al patio, donde podía distinguir claramente a James y a Sirius, rodeados de muchos de sus compañeros de casa. – aunque en realidad son la frustración de cualquier figura de autoridad, para ser franca. – añadió más bien para sí.
– No fue idea de Horace, sino de “ellos” y fue “inconsulto”. Supuestamente, nadie más que ellos y Horace lo saben “oficialmente”, ya sabes, les pareció prudente que algún “adulto” estuviese “enterado”, “sólo por si acaso” y claro, Horace me lo comunicó “a mí”, radiante de expectación, en deferencia a mi cargo, no sólo en el Colegio sino en otros niveles.. –
La profesora McGonagall obvio las muy marcadas comillas imaginarias que decían a las claras lo molesto que Dumbledore estaba, en deferencia al asunto en cuestión que realmente le parecía más grave.
– ¿Me estás…?, ¿Estás insi…?, ¿¿¿ESTÁS HABLANDO EN SERIO???. Es una afrenta pública Dumbledore y esos chicos no están preparados para afrontarla. Son desaplicados, irresponsables, egoístas, inconcientes, inconstantes, ¿¿¿QUIERES QUE SIGA??? ¡¡¡Los van a masacrar!!!. – suspiró profundamente y añadió con los dientes apretados – ¡Debes detener esto!. Así, sin mayor razón. Sabes que no te lo pediría, Albus, si tuviera la certeza de que estos chicos pudieran enfrentar esta situación… con sólo que fueran una milésima parte de lo que Sev… –
– Las comparaciones son odiosas Minerva. – la interrumpió friamente Dumbledore, para luego añadir más afablemente – Seguramente tú hiciste en el colegio algo irresponsable, yo desde luego que si. –
– Pero, ¡ni tú, ni yo, tuvimos a un licántropo por mejor amigo en el colegio, Albus y mucho menos, lo usamos!. – acotó la profesora pronunciando desagradablemente cada palabra.
– Sabes, estoy seguro de que esa es la razón de que tomen el riesgo. Estoy casi seguro de que creen capaz a Severus de hacer una un antídoto y como estarían en la competencia, nadie tendría que saber para qué o quién sería… y tampoco tendrían que agradecerle por nada. Son incapaces de pedírselo directamente, aunque la vida se les fuera en ello y lastimosamente, creo que son correspondidos. –
– ¿Ves a lo que me refiero, Albus?. Esos, esos chicos son encantadores y podrá ser hasta muy noble, aparte de estúpido, lo que pretenden pero, debes tomar en cuenta la arrogancia que resuma todo el asunto. Estoy segura de que ambos consideran que podrán vencerlos sin el menor esfuerzo y de paso, con eso, humillarlos, además de conseguir el antídoto. ¡Pero qué cabeza tan hueca la de estos chicos!. ¡Sólo alguien como él y Black podrían creer a una persona tan hábil o poderosa para hacer algo como lo que pretenden y a su vez, pensar que pueden vencerlo como si nada!. –
La profesora McGonagall no podía hablar más, dentro de sí pugnaba la rabia, la frustración, incluso la preocupación por sus chicos, además del amargo sentimiento de derrota que tanto odiaba (sabía que Gryffindor sería abatido en el torneo, no tenía la menor duda de ellos, tomando en cuenta quiénes eran sus contrincantes). El profesor no había respondido y lo intentó de nuevo.
– ¿Vas a dejarlos hacer?. – al seguir sin obtener respuesta a los pocos minutos añadió: – Siempre he pensado que su relación raya en la mala influencia, no se puede negar que se quieren mucho, pero siempre me he preguntado que hubiese pasado si Remus o Sirius se hubiesen topado con Severus antes que con James. Estoy segura de que otra sería la historia. Ese chico es especial. No sólo es impresionante, sino que además es una excelente influencia para sus compañeros. El ejemplo perfecto es: Lucius Malfoy. Es imposible recordar ahora como era a la edad de Severus, ahora, es un hombre completamente diferente y eso, estoy segura, es gracias a él. En fin, fue su desición, así que es justo que se atengan a las consecuencias de su “sorpresita”. –
– Que podrían ser muy graves… –
– Estaremos presentes y al pendiente de que lo único que pase sea que salgan con la cola entre las patas mientras que Severus y su grupo serán más reconocidos, más respetados, incluso más…-
– “Temidos” que ningún otro estudiante de este colegio. Ya tuvimos un estudiante con esas mismas características, ¿recuerdas?. –
– Ni punto de comparación, Albus. “Tú” alumno favorito – hizo mucho énfasis en el “tú” – era decididamente carismático, pero sus ojos sólo decían que era un desalmado que gustaba de las artes oscuras y de usarlas. – la recorrió un escalofrío al recordarlo. – Severus, no es así, es muy diferente, ya lo verás, será y dará mucho de que hablar en el futuro. Te lo aseguro. –
– No sabía que pensabas eso de Tom. Tampoco te había oído expresarte así de nadie, como lo has hecho ahora de Severus, incluso los sendos halagos que has dedicado a tus joyitas, no se comparan… – sonrió.
– Albus, no sabes cuánto quiero a James y a Sirius y supongo que esa es mi excusa, no obstante, no soy de las que tapa el sol con un dedo… lo sabes. –
– Ojalá no te equivoques Minerva, ojalá. De todas formas, tienen un punto a favor. Si James y sus amigos lanzan al ruedo este desafío… – dijo moviendo en forma negativa la cabeza – deberán atenerse a las consecuencias de sus actos irreflexivos, sí, pero mejor ahora, que después, cuando puedan estar en peligro de perder algo más que puntos, ¿no?. –
McGonagall no respondió. Volvió a fijar su penetrante mirada en James y Sirius, quienes jugaban en el patio principal rodeados por un corro que los veía batirse a duelo utilizando los más estúpidos hechizos que se les pudiera ocurrir, mientras entre uno y otro les aseguraban a todos que a penas supieran donde sería el concurso, avisarían a todos de alguna forma.
Dumbledore hizo un movimiento con la varita para hacer desaparecer todos los anuncios que había colocado ya Filch en el castillo y que habían causado tanto revuelo. Casi inmediatamente, se escucharon vítores por todos lados, celebrando su desaparición. McGonagall, por su parte, cerró la mano en el aire (de su mano también desapareció un anuncio) tomó aire y se despidió del director. Pretendía ir a su despacho, pero antes, hizo una pequeña desviación hacia el de su colega, el profesor de pociones.
– Hola Horace –
– Minerva, querida, que sorpresa, pensé que a esta hora todos estaban arreglándose para el gran evento. – gritó Slughorne desde su habitación ubicada al lado de su despacho. Entró a este, azorado, llevando al vuelo, varios vestidos de etiqueta, mientras él iba envuelto en una formidable bata de terciopelo verde esmeralda con rivetes color plata.
– Pues hasta ahora me entero de que se trata de un acontecimiento tan formal, Horace. –
– Oh, lo siento, aunque he de decir, que los detalles, detalles, me llegaron hoy a mi escritorio…con ciertos cambiecitos de última hora…-
– Un “Bellum” sin Methodus pugnando” es para ti un cambiecito de última hora?. No te parece un poquito exagerado, Horace, por no decir “peligroso”?. –
– Yo no lo propuse Minerva, fueron “tus” chicos. Y he de decir que mantuve mi palabra y no se los he dicho a los míos, lo cual les a los tuyos ventaja…- La sonrisa que dibujaron sus labios no hizo más que acentuar lo que su tono decía: Que le resultaba gracioso hablar de ventajas, cuando estaba seguro de que “sus” chicos, harían polvo a los demás.
– ¡¡Ja!! Te conozco lo suficiente, Horace, para saber que no lo haces para así poder regodearte más después. – pensó la profesora, pero no lo dijo, se limitó a observarlo.
– Minerva, querida. Un duelo es un duelo y tal y como sucedia antiguamente entre caballeros, cuando se “tira el guante” ¡no se puede hacer más que aceptar!. Yo lo he hecho por mis chicos, hazlo tú también y disfrútalo. No pasará nada. Estoy seguro de que están preparados, digo, sólo eso explica la “sorpresa” que tienen preparada, ¿no?. Tranquila, todo será: ES-PEC-TA-CULAR, ¡A la antigua!…- terminó la oración aplaudiendo como pudo mientras sostenía los trajes en sus manos. Estaba fuera de sí de la emoción.
McGonagall se retiró y fue a su despacho. Se sentó frente a su escritorio y observó el anaquel de trofeos mientras seguía con su debate interno.
Detestaba perder y se daba sus mañas para evitarlo, como por ejemplo, cuando cambió las reglas de quidditch del colegio para incluir en el equipo de su casa a James Potter, la futura estrella que llenaría su anaquel de trofeos, de manera tal que en su segundo año, el chico ya pertenecía al equipo de Gryffindor como buscador, aunque no tuviera la edad necesaria y a sabiendas de que no se merecía tal privilegio porque no era un alumno aplicado, ni obediente, ni responsable, sin embargo, ella lavaba su conciencia, castigándolo, constante pero convenientemente (sus castigos nunca interferían con sus entrenamientos), sin embargo, permitirle medirse con Severus Snape, a quien tenía en muy alta estima, aunque nunca se lo hubiera dicho y a quien por demás, consideraba sinceramente superior a James en todos los aspectos, era demasiado. Como jefa de la casa, podía simplemente llamar a James y a su grupo y prohibirles lanzar el duelo, pero “ya vendrán, estoy segura”, se dijo molesta, en voz alta.
– Lo dicho, por lo menos no eres tan idiota como suponía, Potter. – pensó cuando llamaron a su puerta.
– Buenas tardes profesora. Hemos venido a hacerle una invitación especial. Verá, se trata del concurso de pociones que se desarrollará en unos minutos. – James se adelantó y le tendió a la profesora McGonagall una invitación igual a la que reposaba en el escritorio de Dumbledore.
– Se sentirá orgullosa, profesora. Nos hemos preparado muy bien y nuestra estrategia es infalible. Consiguiremos lo que queremos: sí o sí. El trofeo se verá muy bien en su anaquel.– Sabían que se molestaría, pero debían contentarla antes del encuentro, era su haz bajo la manga por si llegado el caso, la contraparte se negaba a participar.
– Llegarán tarde. Cincuenta puntos menos, por cada uno. –
McGonagall se levantó de su asiento y les dijo, al verlos parados viéndose las caras, perplejos, que les descontaría un punto adicional por cada segundo que llegaran tarde y los chicos salieron corriendo.
– Mejor un brazo o una pierna rota… sí, bueno, ¡es hora!. – pensó encongiéndose de hombros.
Como subdirectora del colegio se dirigió al despacho de Dumbledore para recibir a los invitados y se sorprendió mucho al ver el despacho tan lleno, porque asumió que sólo irían algunos jueces, pero nadie “importante”. El profesor Slughorne estaba en su salsa y el profesor Dumbledore, compartiendo afablemente con los padres de Severus, en quienes reparó de arriba abajo. Tobías Snape parecía un brujo cualquiera. Llebava una túnica larga, negra, idéntica a la que su hijo utilizaba siempre, en cambio y a diferencia de lo que había lucido siempre Eileen, ella llevaba una túnica de un blanco perlado, o bien, gris muy pálido y tenía el cabello atado en un moño a la altura de la nuca.
– ¡Buenas tardes!. Qué placer tenerlos aquí. – saludó a todos cortésmente.
– Profesora. Este es Tobías, mi marido. Querido, esta es la profesora McGonagall, profesora de transformaciones de nuestro hijo. –
– ¡Qué placer conocerla, profesora!. A Severus le gusta mucho su clase, dice que es muy di…entretenida. – se corrigió al sentir un ligero apretón departe de Eileen quien lo tomaba de la mano.
– Sé que Severus se divierte en mis clases, más que aprender. Él y Lily son chicos muy inteligentes y aplicados y a la primera captan todas las indicaciones y las vuelven magia pura. Estoy muy orgullosa de ellos. Los felicito, si todos los padres invirtieran un poco de tiempo en la educación de sus hijos en vez de dejarlos llegar al colegio como unos salvajes, tendríamos más magos decentes que vagos sin juicio ni beneficio… –
– Les parece que vayamos bajando. Es hora de nuestra entrada. – McGonagall hubiera podido quedarse allí, conversando, sin embargo, dio paso a los Snape y precedió a Dumbledore camino a las inmediaciones del bosque prohibido, donde se desarrollaría el evento, repitiéndose como mantra: “Mejor un brazo o una pierna rota ahora, que la vida después.” Se detuvo de golpe y con ella, todo el grupo que venía detrás.
– ¡Pero que tonta soy!. – masculló al ver al grupo que esperaba, paciente y relajadamente (casi todos), frente a los cientos de estudiantes que tomaban asiento en las tribunas que se colocaron para tal fin.
James y Sirius no se habían recobrado totalmente de la carrera que habían hecho desde el despacho de la profesora y sus pechos subían y bajaban, haciéndoles imposible arreglarse la corbata, el uniforme y mucho menos el cabello, lo cual contrastaba con la impecable presencia de los otros participantes de su casa. Suspiró con alivio. Volvió la mirada hacia el director y supo por su ceño fruncido, que él tampoco estaba al tanto. Había dado por echo que el grupo de Severus haría todo lo que estuviera en su mano para participar juntos (no hubieran tenido que hacer mucho, por que Horace habría echo cualquier concesión) o, que en última instancia, los miembros de otras casas no participarían para no competir entre ellos, pero jamás se le cruzó por la mente que cada cual competiría por su casa.
– Horace, ¿No estuvieron los chicos trabajando en una huerta común?. –
– Es correcto, Albus, pero totalmente irrelevante. De dónde provienen los materiales no es el punto a evaluar, sino su preparación y capacidad para usarlos…aunque… –
James estaba colérico y Sirius, con una expresión de “te lo dije” en el rostro. Remus, parecía a punto de un colapso nervioso y Petter Petegrew, simplemente parecía estar fuera de lugar aunque disfrutando en grande por ser parte de la atracción principal. Los demás, tranquilos, en espera de que iniciara la competencia.
– Pensé que estaban todos juntos… – susurró Tobías a Eileen en el oído, mientras la abrazaba.
– Lo están, querido, cada cual representando a su casa. Es por lo de los puntos que marca el reloj. Te hablé de ellos, ¿cierto?. –
– Ah, sí, ya lo recuerdo. ¿Será interesante verlos competir entre ellos, no? – soltó una risita pícara.
– ¡¡¡Bievenidos todos!!! – Se oyó la voz potente de Dumbledore que anunciaba el inicio del evento. – les presento a los participantes que nos deleitarán en la tarde de hoy exponiendo sus habilidades en una de las más complejas artes mágicas: El arte de hacer pociones. Estos son los participantes, para los cuales pido un fuerte aplauso. Terminado el aplauso y la algarabía (más o menos) y sin hacer uso de ningún listado (no lo necesitaba, si algo tenía era una excelente memoria, sobre todo para los nombres y caras de sus estudiantes, sin importar la casa en la que estuvieran), presentó uno por uno a los competidores.
GRYFFINDOR RAVENCLAW HUFFLEPUFF SLYTHERINE
Lily Evans Marguerite Phillips Mona White Rosalpina Vanderbilt
James Potter Mírelhas Kuns Valmont Otawoo
Sirius Black Alexhas Thompson Joshua Daahan
Remus Lupin Misha Berckays Orel Van Klôss
Petter Petegrew Jammal Clove Roselynn Sylkhâs
Andrés Sequeira Belinda Becfford Joseph Vanderbilt
Frank Longbottom Morgana Becfford Severus Snape
– Aún siendo ésta, una competencia en esencia individual, al final, el premio será grupal, por lo que, el jurado y nosotros como organizadores del evento, hemos decidido escoger a un capitán por equipo para que la comunicación con los jueces sea más práctica y expedita. Premiando su puntualidad, hemos decidido que los primeros competidores que pisaron el círculo que rodea el área de competición, sean los capitanes de cada casa, en cuyo caso la Srta. Evans representará a Gryffindor, la Srta. Phillips a Ravenclaw, siendo su única representante, la Srta. White a Hufflepuff y la Srta. Vanderbilt a Slytherine.
Por otro lado y según las indicaciones del Profesor de pociones de nuestro colegio, el profesor Horace Slughorne, quien es el organizador principal de este evento, hemos decidido unificar la primera parte de la prueba en una sóla fase, dada la homogeneidad de los conocimientos y aptitudes de los participantes. Esta primera parte consiste en la revisión de los materiales que los chicos se han aprestado a traer para un concurso de esta magnitud.
Les presento a Eleonor MacGulthy, quien es erudita del departamento de investigación del Hospital San Mungo y una de nuestras invitadas especiales, quien hoy nos ofrece su gran talento para evualuar el trabajo de los chicos.
Lucius se levantó en ese momento y con paso decidio y elegante se acercó a la platea donde Dumbledore se encontraban haciendo las presentaciones y solicitó al director, muy educadamente, que le disculpara por la interrupción, pero que debía hacer un anuncio que le fue encomendado como delegado de la casa Slytherine.
– Por supuesto, Lucius, adelante. – dijo Dumbledore un tanto desconcertado. (¡Y siguen las sorpresas!, pensó)…
– Madam – dijo tomando la mano de la Sra. Eleonor y besándola con gesto galante, haciéndola ruborizarse como una colegiala – La casa de Slytherine y yo como su representante, tenemos el honor de anunciarle, que hemos decidido seguir su ejemplo y aunque estamos lejos de ser grandes alquimistas como lo es usted, le ofrecemos y con ello, al Hospital San Mungo, todo lo que este día logremos, es decir, todas los materiales y pociones que resulten del desarrollo del mismo.
La Sra. Eleonor mudó su gesto apacible a uno muy emocionado y aplaudió con todas sus fuerzas. Después de unos minutos, en los que todos aplaudieron, algunos con asombro, otros con arrogante desdén (sobre todo de Slytherine y de Ravenclaw) y otros más con emoción y alegría, el director tomó la palabra y dijo:
– Eleonor, está de más decir, que el resto de las casas hace eco a la iniciativa de la casa Slytherine y donará también sus trabajos…- Estuvo a punto de agregar “los que sirvan”, pero se tragó sus palabras, que reconoció como impregnadas de una venenosa envidia.
La tos incontrolable que sacudió a James Potter por un minuto completo quedó disimulada en el aplauso que siguió a las palabras del director. Sirius lo apuntó a la cara y murmuró un hechizo que le permitió respirar enseguida (¡Contrólate!), pero James estaba lívido y con el el control y la concentración totalmente perdidas. Toda su estrategia se había ido al caño y ni siquiera habían empezado el concurso.
– Agradezco enormemente este ofrecimiento. Estoy segura de que bajo la supervisión de Horace han aprendido muchísimo y de que se esforzarán al máximo para conseguir los mejores resultados para así donar a nuestra intitución lo mejor de lo mejor. Dicho esto, sólo nos queda empezar. ¡A trabajar!. –
La mujer se volvió a su derecha y caminó hasta la hilera de escritorios más alejada que era la de Gryffindor y decidió empezar por el más pequeño de todos los integrantes del grupo, Andrés, quien la recibió de pie, sonriendo abiertamente.
– ¿Cuál es tu especialidad, querido?. –
– Hmmm, me gusta hacer tónicos. – comentó alegremente.
– ¡Oh!. – comentó sorprendida. – Muéstrame el mejor que tengas en tu… anaquel. –
Todos los del grupo de Severus tenían anaqueles, no maletines. Andrés se volvió, abrió el suyo y todos pudieron apreciar su contenido que consistía en ocho tablillas, llenas a reventar de frasquitos delgados, pero largos, debidamente sellados y rotulados. Usó como escalera, unas hendiduras horizontales que tenía la puerta de la izquierda (iguales a la de la derecha), no visibles desde fuera y subió hasta la altura de la cuarta tablilla. Tomó varios frasquitos, que luego dispuso en fila en su escritorio. Eleonor tomó un frasquito (el que le llamó más la atención) y le dio un golpecito con su varita, sin embargo, éste no se abrió.
– Ups, lo siento – Andrés, con gesto de concentración, hizo el mismo movimiento que la jueza, sin embargo, el frasquito se abrió con un sonido de succión.
– El frasco está sellado por el articipante. Muy, muy interesante…- anotó mentalmente Eleonor, mientras procedía a evaluar la poción. – Simplemente, impecable. Es impresionante que un chico de tu edad la haya hecho tan magníficamente. –
– Sí, claro, él la hizo…-
– ¿Disculpe?. –
– No, nada. – respondió Sirius entre accesos de tos que buscaban esconder las palabras dichas por James. – ¡Lo siento!. ¿Proseguimos?. –
– Albus… Propongo se le premie al joven Sequeira con unos… ¿cincuenta puntos, puede ser?. Esto no tendrá nada que ver con el resultado final del concurso, pero sí me parece importante que se le premie, a nivel educativo, dada su edad, el grado de dificultad y la impecabilidad de la confección de este Felix Felicis. Bueno, creo que con una somera revisión a todos los maletines y anaqueles, en busca de alguna anotación que no deba estar por allí será suficiente. Perdóname que haga la comparación, Andrés, pero si tú, que eres de los más pequeños, eres capaz de hacer un trabajo tan formidable, ¡no puedo esperar a ver los siguientes resultados. Continuemos. –
Así lo hicieron, no obstante, Eleonor no pudo evitar revisar algunas de las pociones que los chicos tenían guardadas en sus maletines o anaqueles. Pasó al puesto de Goldie que aunque era de otra casa, parecía tener la misma edad que Andrés y eso llamó la atención de la Sra. Eleonor.
– ¿Cuál es tu especialidad, querida?. –
– Me gusta hacer pociones divertidas. –
– ¡Dieviértenos entonces!. – propuso, haciendo un efusivo ademán dirigido al público que prorrumpió en aplausos.
Goldie no necesitó subir por la puerta-escalera porque las pociones que necesitaba están a su alcance en la primera tablilla de abajo hacia arriba. Sacó varias y las colocó en fila.
Eleonor tomó una botellita rotulada “XXX”, le pidió a Goldie que la abriera y la elevó en el aire. Hizo salir del frasquito un chorrito, que cual serpiente encantada, se enroscó en el aire. Poco a poco se fue adivinando la forma alargada de una serpiente que poco a poco se fue convirtiendo en una nube oscura gigante que se posó encima de los espectadores que la obervaban intranquilos.
– Cualquier alquimista que se respete podría reconocer esta poción y sus efectos enseguida – dijo – pero asumiré que los mejores están aquí, a mi lado y les adelantaré que podría ser algo totalmente inofensivo y completamente divertido…o no…¿PROBAMOS? – preguntó la tribuna visiblemente emocionada.
Nadie supo que hacer cuando vieron que la nube oscura, que por entonces había tomado la consistencia de un líquido espeso, se dividió en cientos de gotitas y cada una se posó sobre cada uno de los asistentes. Dumbledore y los demás miembros de la mesa principal, levantaron un poco la quijada y con sendas sonrisas, abrieron la boca, recibiendo en ella, las gotitas que estaban suspendidas sobre sus cabezas. Entonces, ya más tranquilos, el resto los imitó y al instante, un ruido potente hizo reverberar todo el lugar: ¡CARCAJADAS!.
– En todos los estratos, mágicos o no, la risa es un estimulante natural que nos llena de energía, sobre todo después de un día muy malo… ¿no?. ¡Probemos otro!. –
Realizó el mismo prodecimiento, pero esta vez las risas eran causadas por los efectos de una poción infladora, que al caer sobre distintas partes del cuerpo, las infló descomunalmente. Lo siguiente fue el antídoto que también fue aplicado con el mismo procedimiento, haciendo que se deshicieran los efectos provocados previamente. La última fue una poción rosada que al momento de tocarlos, los tiñó del mismo color, por completo, lengua y cuencas de los ojos incluídas. Nadie podía parar de reír y aplaudir y Eleonor elevó mágicamente su voz para anunciar:
– Srta. Phillips, otros cincuenta puntos para usted. Vuelvo a recordar, nada tiene que ver este puntaje con el concurso. –
Eleonor siguió con los alumnos de Hufflepuff, de los cuales, sólo Alexhas Thompson obtuvo una puntuación perfecta por su poción levitatoria, la cual le valió los aplausos del público, al ser Dumbledore quien luego de ofrecerse para probarla, paseara por los aires boca abajo, lo cual fue muy divertido, aunque sólo su barba hubiera obedecido las leyes de gravedad.
– ¿A que esto ha sido genial?. – preguntó y recibió por respuesta un sonoro “Si”.
El siguiente fue Joseph. Éste no tomó en cuenta el peso de la cobaya que se puso a su disposición y recibió una dosis de poción fortificante, mayor a lo que podía soportar, lo cual provocó se desmayara.
– Tranquilo, no pasa nada. Sr. Snape, ¿que hacemos en este caso?. –
Severus no abrió su anaquel. Con su varita hizo aparecer en la palma de su mano una botellita de cristal. Se dirigió al estudiante desmayado y se la colocó debajo de la nariz haciendo que el mismo recobrara el conocimiento enseguida.
– ¿Qué otras opciones tenemos para hacer recuperar el sentido a alguien, Sr. Snape?. –
– El “enervate” por ejemplo, sin embargo, mal administrado podría provocar la misma reacción duplicando los efectos de la que queremos anular y sería contraproducente, por lo cual, la poción es más segura. Es inocua y de efectos secundarios nulos. –
– Excelente. – susurró. – Veamos, muéstrenos de lo que es capaz…-
Con otro concursante, ni siquiera con otra persona, Eleonor hubiera utilizado jamás esa frase, pero no pudo resistirse, hipnotizada como estaba por el brillo inteligente de los ojos del chico. Estaba eufórica y llena de expectación y Severus levantó la ceja izquierda, casi imperceptieblemente, pensando en que sería una descortesía no cubrir las expectativas de la dulce Sra. Eleonor. Lucius, aunque rió entre dientes, carraspeó para detener la línea de sus pensamientos, mientras que Slughorne, loco de expectación, no pudo contenerse y esperar la decisión del chico y solicitó desde el estrado que le enseñara a Eleonor su “famoso” díctamo.
Sin decir palabra y sin apenas moverse (ni su postura ni su gesto), hizo aparecer frente a la jueza una botellita llena de la poción solicitada. Ella la tomó, la revisó y alabó a Severus por el toque “personal” que le había puesto. Animada y más curiosa si cabía, ante la primera muestra de poción “modificada” que evaluaba, le dijo que harían un ejercicio. Lo invitó a que se pusiera delante y le dijo que caminara hacia su izquierda unos dos metros.
Sin previo aviso y sin mencionar palabra, Eleonor giró sobre sus talones con una agilidad sorprendente para alguie de su edad y lanzó su ataque.
Un grito de miedo se alzó en las tribunas y acompañó el trayecto de una enorme sibilante cobra que salió disparada velozmente de la varita de Eleonor, directamente hacia la cara de Severus. La cobra llevaba las fauces abiertas de par en par. Apenas a cinco centímetros de distancia de la cara de Severus, quedó suspendida en el aire, completamente inmóvil. La serpiente, gigantezca para su tamaño normal y por ello, perfectamente visible para todos, debía pesar mucho, sin embargo, estaba suspendida frente a Severus como si de una pluma se tratase. Él ni siquiera parpadeó. Seguía con las manos cruzadas a la espalda, donde sostenía con la izquierda su varita, aunque casi nadie la había notado. Sin inmutarse, levantó la mano derecha y la introdujo en las fauces abiertas del animal que bien podría abarcar casi todo su cuerpo de un solo movimiento y tocó la parte trasera de uno de los enormes colmillos. Olió la sustancia que quedó en su dedo y entonces hizo aparecer frente a él una botellita. La destapó (con un hechizo no verbal y con varita, igual que sus amigos) y de la botella salieron, en forma de perlitas, nacaradas y brillantes, cinco gotitas.
Eleonor, recuperó el movimiento y después de unos segundos, cerró la boca. Estaba estupefacta. Explicó al público que los venenos podían variar dependiendo de la especie, su peso y tamaño.
– Cinco gotas es una cantidad ínfima de antídoto, aunque estén aumentadas proporcionalmente al tamaño del animal…- pensó.
No podía creerse que ese chico tan pequeño fuese tan poderoso como para que se requirieran a penas unas gotas de su poción. Lo observó fijamente y tomó una decisión: le ordenó a la serpiente que se acercara a ella y le ofreció el brazo para que la mordiera.
Severus sonrió. Esa mujer se había ganado su respeto. Se acercó a ella rápidamente y cuando llegó a la altura de la serpiente, deslizó su mano izquierda sobre el cuerpo del reptil de canto a canto. A dos palmos de la jueza, se detuvo e hizo que cuatro de las gotitas del antídoto, cayeran en los orificios que formaron en su piel los colmillos de la serpiente (dos en cada uno) y la última gotita, la puso frente a su boca. Eleonor no podía abrirla porque tenía el rostro demasiado contraído y agonizaba, así que Severus lanzó contra ella una maldición “imperius” no verbal y la hizo abrir la boca y tragar la gotita. Segundos después, respiraba como si hubiera salido a la superficie después de haber braceado desde muy profundo en el mar.
– Una Mamba disfrazada, buen truco. – susurró sonriendo a la jueza. – Es usted muy valiente – agregó formalmente.
– Si algo me interesa, sé pagar por ver, querido, por más alto que sea el precio. – Después se dirigió al resto del público: – Perdón, pero esto merece más que cincuenta puntos. Otorgo cincuenta por el antídoto y cincuenta más por haber reconocido la verdadera identidad de mi atacante y calcular perfectamente la dosis requerida. –
No quiso mencionar lo otro, no le pareció prudente, aunque se prometió que tendría algunas palabras a solas con el chico al terminar el concurso. “Maldiciones imperdonables”… No salía de su asombro. Slughorne y McGonagall empezaron a aplaudir furiosamente, seguidos por todo el colegio, excepto James y sus amigos, que no lo hicieron porque francamente, seguían con la boca abierta.
– Bueno, ya sabíamos que era mejor que nosotros en esto, ¿no?. – dijo James al cabo de unos minutos. –
Severus por su parte, sintió en los labios una cálida presión que le dejó un dulce sabor en la boca e hizo que se ruborizara, mientras Lily lo observaba divertida.
– ¡No seas tímido, chico, saluda a tu público!. – dijo Eleonor que había interpretado el rubor de Severus erróneamente.
Con esto, mentalmente claro, determinó a sus favoritos de cada casa. Diez en total, aquéllos más prolijos que guardaban pociones perfectas además de una infinidad de ingredientes, cuidadosamente procesados. Hubo un momento en el que llegó a pensar que las de los diez, habían sido confeccionadas por la misma persona, pero la sapiencia que rezumaban y las preguntas claves que les hizo por separado, la hicieron descartar la posibilidad.
Además de estos diez, habían otros muy buenos de echo, pero sus métodos no eran tan cristalinos y otros, bastante buenos para ser estudiantes de cursos inferiores, como por ejemplo, Frank Logbottom, quien tenía en su maletín, un poco de infusión termal que se enfríaba rápidamente. El chico le comentó, sonrojado, que había guardado la poción para estudiarla después de clases y que se le había olvidado desecharla cuando descubrió que estaba mal porque no había medido bien las colas de salamandra de fuego. Eleonor pensó que también la constancia era buena consejera.
Sólo uno de los participantes resultó ser rematadamente malo y ni siquiera logró descifrar porqué estaba allí. Era de Gryffindor, un tal Petegrew, que además era un manojo de nervios y sólo hacía mirar a Black y a Potter, como preguntándoles qué debía hacer. “Malos ejemplos los que se buscó”, pensó Eleonor, tomando en cuenta que ambos chicos habían sido los únicos que habían llegado tarde y que además, eran bastante desaplicados. Esto último lo pensó debido a que sus pociones estaban hechas con el procedimiento correcto, pero algunos ingredientes no tenían el grado exacto de maduración, lo cual implicaba que no los habían revisado antes de usarlos. Además, portaban esa clase de arrogancia que vence a muchos que se consideran guapos, hábiles y privilegiados (económicamente hablando).
– ¿Sabes lo que le hace falta a tu poción?. – había dicho a James. – “Paciencia” y “dedicación”. Debes revisar los ingredientes si no has sido tú el que los ha preparado, siempre, porque los elementos “comerciales”, muchas veces pecan de falta de maduración. Pero supongo que esto lo irás aprendiendo en el camino. Sigue mi consejo, no todo debe ser tratado con la velocidad de un partido de quidditch, porque, juegas quidditch, ¿verdad?. Mi nieto me ha hablado de ti. Se llama Daimon, ¿lo conoces?. Entró al equipo de su casa, poco después que tú, gracias al cambio de reglas en los torneos del colegio y todo, ¡gracias a Ti, chico!. ¡Está tan emocionado!… –
Pero de todos los participantes que había inspeccionado, con quien más impresionada había quedado, era con una Gryffindor, Lily Evans, que tenía las mismísimas cualidades que Severus, de Slytherine, pero cuya personalidad no era tan parca como la de él, sino todo lo contrario, era abiertamente encantadora y tenía un aura mágica, igual de poderosa que su contrincante (Severus), sí, pero a la vez diferente, aunque no supo explicarse dónde radicaba tal diferencia.
– ¿Cuál es tu especialidad querida? – había preguntado con interés.
– Transformaciones. –
– ¿Cual es tu área preferida en pociones?. – dijo la Eleonor sonriendo, replanteando la pregunta.
– En todas soy muy buena. ¿Que le apetece revisar? – dijo esperando ser probada como lo había sido Severus. Al igual que Andrés, tenía un anaquel rebosante de frasquitos y estaba preparada para cualquier contingencia.
– ¿La poción de Muertos Vivientes, por ejemplo?. – sugirió Slughorne sonriente.
La jueza levantó las cejas e hizo un gesto de sorpresa a Slughorne. Asintió y le pidió a Lily que le mostrara además de esa, otras pociones del mismo género. Lily suspiró, un tanto decepcionada y empezó a sacar frasquitos. La jueza le dijo que bastaba con diez, le pidió que los abriera y se dispuso a revisar primero la poción sugerida. Sonrió abiertamente y para delicia del público, hizo un despliegue de magia fascinante.
Con su varita, hizo levitar a la altura de su cabeza los frasquitos, los agrandó y aumentó su contenido hasta hacer de ellos grandes contenedores transparentes que fueran visibles desde las tribunas. Luego, hizo salir del mismo modo los compuestos líquidos de cada contenedor y los hizo bailar de derecha o izquierda. Cada componente transparente, fue colorándose de un tono brillante, que no parecía venir de dentro del líquido, sino más bien, era como un aura que lo siguiera.
– La mayoría de las pócimas de un mismo género – explicó – son una combinación de los mismos compuestos, lo que cambia es la forma de mezclarlos y/o procesarlos. Por supuesto habrá nuevos elementos en ocasiones. –
Los chorros seguían danzando. Daban la impresión de ser una fuente mágica gigante, hasta que los ingredientes fueron colocándose según color y entonces, pareció más un inmenso arcoiris, cuya base era su contenedor correspondiente. Los polvos nacarados que parecían protegerlos.
– Esto se llama: separar componentes. De no estar debidamente preparados y preservados individualmente, incluso del aire, podrían “oxidarse” o contaminarse haciéndolos inservibles, lo que ciertamente no pasará con estos porque están perfectamente preparados y preservados y de una forma que hacía mucho tiempo no veía que se hiciera…es sencillamente maravilloso. El color y las formas que ven son una mera ilusión óptica que he provocado con un sencillo hechizo ilusorio para que puedan observar algunos de los componentes que se han usado en estas pociones. –
Algunas formas eran totalmente irreconocibles para muchos y otras, muy fáciles de reconocer: arañas, salamandras, flores, etc. Slughorne casi levitaba de lo orgulloso que se sentía de Lily. Sólo una vez les había mencionado de pasada que existía un procedimiento para proteger individualmente los componentes de una poción y evitar alteraciones accidentales o provocadas y aunque nunca les enseñó a llevarlo a cabo, tenía que haber sido por él que lo habían utilizado…
– Yo les enseñé a hacer eso… – comentó Eileen bajito a su marido, haciendo que el profesor se desinflara, aunque tomó aire y ensanchó el pecho, diciéndose que él había sido el responsable de la educación de Eileen en el colegio. – Y a su vez, mi madre me lo enseñó a mí… – dijo Eileen, continuando la conversación con su marido, totalmente ajena (en apariencia) a los pensamientos del profesor.
Finalmente, luego de un movimiento oscilatorio, los ingredientes, sus estelas y las luces de colores “ilusorias” que seguían su movimiento, chocaron y convirtieron el espacio sobre sus cabezas en una explosión de luz y color. Ninguna demostración de fuegos de artificio había sido nunca tan bella y tan colorida y lo más sorprendente, es que en todo el proceso no se derramó ni una sóla gota de ninguna poción. Todo el líquido, volvió en un santiamén a sus respectivos contenedores, mismos que fueron reducidos hasta su tamaño original y entregados a su dueña. Lily estaba deslumbrada y se prometió aprender a hacerlo. Severus sonrió al verla, se veía tan pequeña, tan niña… Ni siquiera Marguerite o Andrés se veían tan deslumbrados, pero claro, los más pequeños de su grupo, habían tenido tiempo suficiente para disfrutar de esas cosas cuando niños…
– No empieces con eso Sev…- lo reprendió Lily mentalmente.
– Lo ven chicos, no sólo con varitas se puede hacer magia. De hecho, los efectos obtenidos con pociones, son más precisos que los obtenidos con varitas en muchas ocasiones. Así pues, en San Mungo, usamos este tipo de pociones cuando necesitamos hacer levitar a un paciente, de manera tal que podemos concentrarnos en lo que tenemos que hacer, sin invertir tiempo en mantenerlo flotando, sólo necesitamos mantenerlo estable. –
Todos estallaron en aplausos y la jueza hizo una reverencia. Antes de volver a su puesto, le dijo al oido a Lily: “Salúdame a Amminthas”, seguido de un guiño cómplice.
Dumbledore se levantó y luego de felicitar efusivamente a todos los estudiantes, pero en especial a Severus, se dirigió a la multitud y anunció la segunda parte del evento.
Pingback: FANFIC. Capítulo 25. Ánimos Caldeados. « NBP1's Blog
Me encantooo!! 😉
estuvo GENIAL! =)
Besos… =D
¡Thank you!. 😀
Adoro a la pareja de Lucius y Cissy
Yo también los adoro… me parecen una de las parejas más compenetradas, estables y sinceras de la saga. Se respetan, se conocen tan bien que basta con una mirada para entenderse, les gusta estar con ellos mismos, son capaces de dar la vida por el otro y de echo se la juegan sin hacer aspavientos. Están allí para cada uno, sin presiones, sin imponerse.
Probablemente su matrimonio haya sido cuando mínimo propuesto por ambas familias y aún así, se aman.
Verás mucho de ellos en esta primera parte del fic…al igual que Severus, Lucius es uno de mis personajes favoritos. 😀
Ya estoy terminando el próximo capítulo, probablemente el lunes o a más tardar el martes lo publique. 😀
Saludos,
Publica pronto porfiss!! 😉 Oiig me encanta Lucius tierno es un amor!! 😀 y Lily que dice que Severus tiene debilidad por las niñas tambien me encantaa!! 🙂
No puedo creerlo cissy ya tiene Magia eso es lo que entendie y otra cosa que tiene que ver Sev Y Lily por que dice Lucius que sabia que ellos lo harian…. y espero y me expliques pronto como Cissy entro a Slytherin pueden engañar a Albus pero al sombrero mmmmm en fin sip mi Sevy es el mejor mago Eyleen hizo un buen trabajo con ese chico he.
1. Sí, Cissy ya tiene magia. Fue el resultado de una combinación de poderes. Lucius había logrado que la varita que le regaló a Cissy la obedeciera con la ayuda de Dobby, su elfo doméstico (Que es el papá de Dobby, el que nosotros conocemos), pero esa magia no era de ella, sin embargo, cuando Severus y Lily estuvieron juntos, desataron un poder mayor que sólo pudo ser contenido por el poder de 6 hechiceros y dos seres de Luz (Lucius, Cissy, Valmont, Joshua, Goldie, Andrés y los Luxhiems Roselynn y Orel). Eso es mucho poder. A su vez, este “forzamiento” hizo que el poder intrínseco de los 6 hechiceros se mezclara entre sí y además se mezclara con el poder de los seres de luz que son “magia pura en forma humana”. Cissy “renació” en ese momento, esta vez, con poderes mágicos.
2. Cissy no tuvo absolutamente nada que ver con su entrada a Hogwarts, no tuvo que hacerlo, así como el sombrero seleccionador no tuvo que elegir en que casa debía quedar porque cuando llegó a Hogwarts lo hizo por conducto directo de Lucius Malfoy (sí, a los 11 años Lucius era tan poderoso que se impuso a Albus Dumbledore para hacer que Cissy pudiera entrar a Hogwarts, aunque claro, esto también lo hizo con la ayuda de Dobby, que fue quien modificó la memoria de Dumbledore para hacerle ver que habían “olvidado” enviar la carta de Hogwarts.
Es probable que Dumbledore llevara un record de sus memorias en el pensadero, como un diario y es probable que en alguna de sus revisiones “periódicas” haya podido notar algo extraño, sin embargo, a sabiendas de quién era, aún cuando hubiera sucedido, no creo que se le haya ocurrido exponer a Narcissa Black, futura señora de Malfoy, a la deshonra o a la muerte y Azkaban para Lucius, que hubieran sido las consecuencias de haberlos delatado. Por otro lado, los squibs tienen derecho a una educación formal, que los padres prefieran incitarlos a vivir como muggles es otra cosa. Así pues, no creo que, de haber tenido dudas (que no creo que las haya tenido porque tantos Lucius como Dobby hicieron las cosas perfectamente), hubiera sido diferente el resultado.
3. Concuerdo contigo, Severus Snape es el mejor hechicero del mundo y mi preferido y estoy segura de que su madre tuvo mucho que ver en ello 🙂
Y sabes me parecio muy pero muy romantico y tierno el gesto que le hozo Lucius a Cissy si hubiera sido yo me hubiera comido a besos y obio llorando de felicidad por que el gesto que hizo Lucius es mucho mejor que cuando te pieden matrimonio en este capitulo vi ese tipo de amor quesiera tener…dime tu no es lindo imaginate que en vez de una varita una rosa o bueno la varita tuvo mucho significado estaba recargada de amor el amor de Lu hacia cissy…sabes no olvido la cara que pusos Lucius cuando el señor black hablo, estupideses de su hija en verdad Lu y Sev son unos caballeros en todo el sentido de la palabra y repito pero me pareció tierno lo que hizo Lucius te juro que me enamore.
Me gusto que James admitiera que Sev es mejor que ellos y no pude evitar reir cuando Lucius le beso la Mano a la Jueza y esta se ruborizo como colegiala ja ja ja si yo con imaginármelo me pasa eso jejejejejejejeje ademas es normal que un Malfoy cause ese tipo de sensaciones en la gente. Y es obio que Sev tuvo que ingeniárselas para que Eleonor no se enterara de que las Pociones las Hizo mi Sev si es el Maestro de las Pociones, Sev es poderoso y estoy orgullosa de familiarizarme con el. Si veo Harry una y otra vez es por el y por mi Slytherin sabes jejejejejeje talvez sea ridiculo pero pienso en ponerme en mi canton un lugar de exibicion Hogwarts tu sabes para los fanaticos je je je je voy a combertirme en coleccionista jejejejjeje te llamare para que me visites jejejejeejjeejej
YO TAMBIÉN LO PENSÉ Y DE HECHO, ¡TENGO UN ESPACIO DESTINADO A TODO LO DE HARRY POTTER!.
Siempre he visto a Lucius y a Severus como unos caballeros. Lo veo como algo que es parte de ellos. No hay forma de que pueda verlos en una actitud soez o indigna XD.
Esa escena específica me salió muy fácil, me refiero al momento de escribirla, ¡fue de un sólo tirón! y al final, yo misma quedé emocionada. Igual que tú, es lo que espero de un hombre. Más que te hable chiquito (me desespera un poco cuando todo lo hablan chiquito porque piensan que de esa forma se escucha más cariñoso) que te hable con el corazón, sinceramente, pero con ese toque elegante y varonil que debe tener todo hombre. 😀