– Agradecería quitaran de sus cabezas la idea absurda de “viajar-en-el-tiempo”. Es “inapropiado” por sus implicaciones. En todo caso, nos pondrán a escoger momentos históricos, en plan “educativo” y nosotros diremos amablemente, que no. –
– El anuncio está cambiando… – comentó Orel levantando una ceja, mientras miraba fijamente el tablón, evaluando las posibilidades de negociación.
La frase “no importa si pertenecen a distintas casas”, estaba siendo tachada con dos trazos fuertes que seguramente rompieron el papel en el que estaban siendo dibujadas. Al lado de la frase tachada, la letra del profesor Slughorne escribía, de la misma forma, que indicaba a las claras que estaba muy molesto, “de la misma casa”.
– ¡Dumbledore! – pensaron a la vez, yéndose sus pensamientos a la pregunta obvia: – ¿Cómo participarían juntos si los grupos debían formarse por alumnos de la misma casa?. –
Observaron, a su izquierda y derecha, como quien no quiere la cosa. Por todos lados había grupitos pequeños e invariablemente, por lo menos uno de cada uno, los observaba detenidamente y, al verlos observando, empezaban a levantarse e ir a los dormitorios.
– El profesor Slughorne no permitirá que faltemos. Hará sus excepciones. – comentó Severus restando importancia al tema, sintiendo la reacción incómoda de Lily, siendo que ella sería una de las que quedaría fuera del grupo. – Y… ¿Cómo terminó el asunto con la gente del agua?. –
– Siguen contando la hazaña, en la sala común de Ravenclaw, por supuesto. – dijo Lucius con una mueca de disgusto, pero con un brillo de fascinación en la mirada. – Casi todos los vieron enredados en los tentáculos de “Octus”, así que tienen mucho público. En cuanto a Marinma aceptó que los Sirenios nunca están cerca de la orilla y menos a la hora en la que Octus toma el sol, así que comprendió que sólo fue un accidente el que Octus enterrase a Stella en el fango y luego la sacara del agua, junto con los demás chicos, porque sintió que los soldados estaban atacándolos. Ayudó el que Stella nunca estuvo en peligro porque Marguerithe le había puesto una burbuja llena de agua del lago en la cabeza. –
– ¿Y para eso quieres hijos?. – Preguntó Severus a Lily sonriendo y todos hicieron lo mismo.
– ¡¡¡Ellos no hicieron nada!!! –
– Sí, claro, nada más estaban a la orilla del lago, sin ninguna supervisión y por demás, en horario de clases…- continúo Severus de la misma guisa.
– ¡¡¡Son niños!!! –
– Eso no es excusa, “Evans” para que desobedezcan. – el tono de Severus cambió y Lucius intervino diciendo que todo había salido muy bien y que ya había hablado con los chicos y les había prohibido faltar a otra clase sin permiso.
– Hay que prestar más atención a Andrés, es tan…¡Gryffindor!. – sentenció Severus pensando más en James Potter que en el propio Andrés o en Goldie, ya que lo sucedido, bien podría firmarse con el sello de Potter.
Lucius le dedicó una mirada acerada ante la comparación, rechazándola y jurándose que jamás, “su chico”, sería ni remotamente parecido a Potter. ¡Podría ofrecerse de comida a los hipogrifos si llegara a tener un hijo como él o como Black!. Por su parte, la sonrisa soñadora de Lily se borró en el acto, pero le lanzó un cojín a Severus y éste no lo interceptó, aceptando la broma, lo cual distendió el ambiente.
– Nosotros nos hemos metido en muchas cosas, Sev… – comentó Lily con paciencia. Así, hemos aprendido y seguiremos aprendiendo. –
– Mencióname una sóla vez en la que hayamos roto las reglas… una. –
Luego de pensar mucho, Lily se percató de que siempre las habían obedecido. Nunca faltaban a sus clases, sus deberes siempre estaban al día, todas las veces que habían salido del castillo había sido bajo supervisión, sino de Eileen, de Lucius, Cissy o Dobby, sin contar las veces que sus amigos “adultos” (Poppy o la Srta. Pringley o su hermano) los acompañaban.
– ¡Mielitrra y Heríos! – dijo Lily triunfante.
Severus materializó en la mesa dos pedazos de pergamino. El primero, una nota muy corta, dirigida a Dumbledore, en la que Severus le decía que en sus “ejercicios matinales”, había encontrado en el “Bosque” un hada que le dijo que había un chico que necesitaba ayuda. La siguiente, era la respuesta del director.
Agradezco, Severus, el que me hayas informado tan diligentemente acerca de la situación. Dice mucho de tu buen juicio.
Conversé con la reina de la comunidad de hadas que vive en el Bosque Prohibido y me dice que efectivamente, llegó hace unos días, un hada muy joven, que al parecer, hace un tiempo encontró a un chico abandonado y desde entonces, le cuida. El hada, que se llama Mielitrra, estaba un poco angustiada, porque el chico empezó a crecer rápida y dolorosamente. Ella conoce a muchos humanos y sabe que no es normal, por eso pidió ayuda.
Cuando conocieron a Heríos (asi bautizaron al chico), la reina le explicó que el chico es perfectamente normal para ser un licántropo y, ahora, viven con la comunidad de hadas y allí estarán seguros, tanto de sus congéneres, como de alguna otra especie que pueda intentar hacerles daño (Heríos es muy pequeño todavía para defenderse).
Las conexiones entre los seres mágicos y los humanos son muy fuertes. No confian fácilmente en nosotros y el hecho de que Mielitrra confiara en ti, es algo muy importante de lo cual no quisiera privarte. No obstante, debo pedirte dos cosas:
La primera. Mucho cuidado. Heríos no es un metamorfomago como tu amigo Orel y aunque joven, es peligroso, si no se toman las medidas necesarias. Sé que está demás, pero debo pedirte que no te expongas, ni los expongas innecesariamente. Además del obvio peligro que puedes correr, Heríos y Mielitrra podrían pasarlo mal con algunas personas. Hay muchos magos que no son tan “abiertos” como tú y tus amigos.
Entonces, lo segundo es, ¡discreción!.
Atentamente,
Albus Dumbledore.
Lily dejó la nota en la mesa con el ceño fruncido y dedicó una seria mirada a Severus. ¿Cuántas más cosas ignoraría ella de él?. Severus le sostuvo la mirada, seriamente, mientras cerraba su mente y su corazón al escrutinio de Lily. Odiaba verla así de confundida por su culpa, pero, al no poder asegurar completamente, que el estar a su lado, era lo mejor para ella o sería lo mejor para ella en el futuro, debía darle la oportunidad de conocer esa fasceta de él y con esto, darle la oportunidad de elegir, si aceptaba estar con él así, o no.
Lucius los interrumpió diciéndoles que fueran con el Profesor Slughorne para solicitarle que permitieran a Andrés y “Goldie” que fueran parte del equipo.
– ¿No pretendes incluirme a mí? – preguntó resentida, pero fue Severus quien respondió en el mismo talante.
-¿Es necesario decir que “perteneces a este equipo? –
Lucius puso los ojos en blanco, tomó a Cissy de la mano y les dirigió sendas y elocuentes miradas a Orel y Roselynn, que se levantaron también. Severus les siguió y Lily, finalmente, se levantó también y apresuró el paso hasta colocarse al lado de Severus, tomándole la mano. Severus suspiró audiblemente y eso la hizo sonreír y olvidar el porqué estaban discutiendo.
Slughorne, satisfecho, dijo que sabía que los pequeños serían los elegidos para completar el grupo, (lo cual no era raro, porque todo el castillo sabía que estaban con ellos), no obstante, comentó que el director había sido muy claro en que debían pertenecer a las mismas casas.
– ¡¡¡Amenacé con cancelar el concurso si no permitían que participaran ustedes solos!!!. ¿Para qué iba a hacer yo este concurso, si mis alumnos estrellas no estaban en él?…y ¿saben qué?. Lo logré. –
Contrariados, pero definitivamente divertidos ante la peculiar (por no decir “extravagante”) personalidad del profesor, se retiraron de su despacho y se dirigieron a clase de transformación. En el pasillo, escucharon un grito estridente, claramente amplificado por magia.
– ¡PROTEGO!. –
Charlene Thoms, prefecta de Ravenclaw según podían ver por su uniforme, gritaba a un chico de Slytherine de segundo que era inconcebible que atacara a algun estudiante y menos a traición, pero éste, no parecía darse por enterado. Una y otra vez, lanzaba el que al parecer, era el único hechizo aturdidor que conocía y que dominaba medianamente bien. La prefecta retrocedió un paso al percibir el odio puro que el chico expelía. Su mirada decía: “apártate de mi camino o sufrirás las consecuencias”, lo cual hubiera sido gracioso, teniendo en cuenta que sólo era un pequeño, pero resultaba atemorizante. El espacio que se abrió entre ellos, lo ocupó otro chico de segungo que empujó a su compañero hacia atrás, mientras le pedía “por favor” que se detuviera y le aseguraba que no era la mejor manera de hacer las cosas. En el forcejeo, la prefecta pudo ver su rostro “decorado” con un tremendo golpe. Ahora lo entendía, seguramente los habían atacado y se estaban defendiendo. Les quitó diez puntos a cada uno de los de cuarto y no a los de segundo y ordenó a todos ir a sus clases.
– Ya los encontraré… Solos…–
Severus y su grupo retomaron el camino, precedidos de Valmont y Joshua. Nunca les habían hablado, a pesar de que compartían habitación desde que llegaran al colegio, porque los tenían como curiosos (Joshua se la pasaba vigilando sus idas y venidas, aunque nunca hubiera descubierto nada fuera de lo normal), sin embargo, algo en su actitud, hizo que Severus se colara en sus mentes y lo que vio, le sorprendió.
Valmont se sumergió en un estado de añoranza absoluta. Lejos de su tierra, desterrado para evitar la muerte, sentía que no valía el esfuerzo estar allí, dado que en el castillo, encontró la misma discriminación de la que había sido víctima durante toda su vida, aunque ya no por el color de su piel, sino por carecer de los orígenes adecuados. Y Joshua lo estaba pasando peor. En una ráfaga de imágenes, pudo ver a Dumbledore dándole la noticia de que sus padres habían muerto. Luego vió a un grupo de hombres, vestidos de negro, sentados todos alrededor de una habitación oscura. Después vió alchico, en lo que reconocío como la habitación que compartían, llorando sobre las rodillas de Valmont, mientras estrujaba varias fotos viejas: Un niño pequeño detrás de una alambrada, una pareja joven frente a una librería con sendas sonrisas radiantes, los mismos chicos, esta vez con un bebé en brazos, la misma situación, sólo que el bebé era ahora un niño pequeño en cuyos rasgos se podía identificar claramente a Joshua. Las imágenes iban de la mano con sentimientos poderosos: cólera, desilusión, desesperación…¡odio!.
– ¿Entiendes lo injusto de la situación? – decía Joshua con el llanto cortándole el aliento – Sobrevivieron al más grande genocidio de la historia y un desgraciado los mata en la puerta del negocio para robarles. ¿Es eso justo?. Pero creéme, voy a acabar con ellos. Es más, voy a acabar con todos esos malditos racistas, con cada maldito ladrón de este planeta, con cada… –
Sus ojos brillaban febriles y su rostro reflejaba una mueca desquiciada mientras se enrollaba en la mano derecha una cadena que terminaba en una estrella de seis puntas.
– ¿Cómo vas a saber quién merece qué castigo? ¿Cómo vas a escoger, de entre millones, cuáles deben pagar y cuáles no? Y lo que es más, ¿crees que esa desición es tuya? No Joshua. Serías igual o peor que ellos…-
Joshua perdió la compostura y le lanzó un puño a la cara, tan fuerte, que además del moretón instantáneo, le hizo a su amigo un corte profundo debajo del ojo. Valmont ni siquiera se inmutó. Avergonzado, Joshua salió corriendo de la habitación y Valmont fue detrás de él. En el pasillo, Valmont fue interceptado por un grupo de chicos de Slytherine, mayores, que los habían molestado desde que llegasen al colegio. Los chicos empezaron a empujarles y a burlarse de ellos.
-¿De pelea con tu novia?. Bonito collar… ¿Qué, es para contentarlo?. – se mofó uno arrebatando mágicamente el collar que Valmont llevaba en las manos.
– Ni siquiera se soportan entre ustedes, asquerosos “sangre sucia”. ¿Porqué tenemos que soportarlos nosotros entonces?. – preguntó con rabia otro.
Severus los “soltó” al llegar al aula. Valmont se sentó al lado de Joshua que seguía enfurruñado y Severus, se acercó a ellos en vez de ocupar los puestos habituales que usaba con Lily, Orel y Roselynn.
– Creo que esto es tuyo. – dijo a Valmont, entregándole el collar que le habían quitado y este lo recibió con los ojos abiertos completamente por la impresión.
– Gracias. ¿Cómo…? Bueno, no importa. Gracias. –
Lily observó el collar y pensó que Eileen diría que tenía una larga historia que contar, así como todo lo usado que poseía, herencia de su familia. Ella les había enseñado, que las cosas, no por ser “viejas” estaban mal, todo lo contrario, así tenían más “carácter” porque guardaban la esencia de sus anteriores dueños, de lo cual se podía aprender y se podía a su vez, dejar una huella para el siguiente dueño. Lucius por su parte, les había enseñado, que algo nuevo, no tenía porqué dejar de ser bonito nunca, así que tanto ella como Severus se manejaban con un intermedio entre ambas ideas, disfrutando de lo que ambas podían ofrecer. Se preguntó, qué historia tenía que contar Valmont…pero interrumpió sus cavilaciones cuando el profesor Slughorne llegó y les dio instrucciones. Todos empezaron a trabajar
– ¿Qué es eso? – preguntó Severus a Valmont que se aplicaba disimuladamente una sustancia transparente y gelatinosa sobre la herida y el golpe que tenía en el rostro, al cual, el profesor noprestó la más mínima atención.
– ¿Disculpa?. – preguntó Valmont asombrado de que Severus le hablara. – Ah, esto. Es un ungüento, para golpes. Mi pa…mi mentor me enseñó a hacerlo. Se usa mucho en mi país porque se extrae de unas plantas muy fáciles de conseguir. –
– ¿Trajistes plantas de África? –
– Pues si. Mi mentor me trajo hasta aquí por medios muggles y casi nunca revisan su equipaje. Tampoco lo hicieron conmigo. Por medio de magia las mantuve intactas. –
– Me encantaría verlas, si es posible. –
– Claro, con gusto. Están cerca del bosque. Allí las planté al llegar. –
– Gracias. ¿Ese ungüento sirve para cortes también?. –
– Sí, bueno, un poco, tendría que agregar más Hypericum perforatum para mejores resultados, pero ayuda con la inflamación, evita que se infecte y alivia el escozor. –
– Si quieres puedes usar un poco de esto. Su componente principal es ése precisamente y gracias a su elaboración mágica, ni siquiera te quedará cicatriz. Esa es la diferencia cuando se elaboran pociones con magia. –
– Gracias. –
– Es díctamo, se usa para sanar algunas heridas. Con tu equipo de pociones puedes verificar que lo que te digo es así y podrías aprender a hacer la poción. Es muy útil. –
– No, te creo…-
– Yo hago eso con todo. Es más que una excelente costumbre. ¿Verdad profesor?. –
El profesor Slughorne se acercaba a ellos con el ceño fruncido, a punto de llamarles la atención porque que no habían dejado de hablar un segundo desde que empezara la clase y ninguno de su grupo había empezado a trabajar.
– Le decía a Valmont que esto es díctamo y es excelente para las heridas. Además, sugerí, que siempre que alguien le ofrezca algo, lo verifique primero y así, no sólo estara seguro de lo que recibe, sino que podría aprender a hacerlo. –
– Poción Hilarante. – Murmuró Slughorne después de observar a Severus por un par de minutos con los labios entreabiertos. – Me preguntó en qué pensaba al pedirles que trabajaran con ella hoy. Tienes razón, mi querido Severus. Un maestro de las pociones siempre analiza todo aquello que no ha salido de sus manos y lo que haya estado fuera de su vista, si es que no ha sido lo suficientemente cauto para prevenir mágicamente que alguien altere sus pociones. –
Estiró la mano y Valmont le puso en la palma el envase que le había dado Severus.
– Supongo que tú lo hiciste, ¿cierto?. Bueno, ustedes… – añadió cuando vió a Lily sacar ostentosamente un frasquito igual de su bolso y colocarlo también sobre la mesa.
Pensó por un segundo en lo diferente que era la niña de Severus, ella muy competitiva y él, poco dado a mostrar a nadie su talento, de hecho, receloso de hacerlo. Se acercó a Valmont y analizando su herida, dijo que el ungüento que se había puesto no estaba contraindicado con el díctamo y que perfectamente podía usarlo y los felicitó a ambos porque sus remedios estaban muy bien realizados.
– Mmmm, interesante. Usaste plantas frescas en vez de esencias, ¿correcto?. Son difíciles de conseguir por aquí. Escuchen todos…- dijo dirigiéndose al grupo – las instrucciones han cambiado. Quiero que analicen las pociones de Severus… y Lily (agregó con una sonrisa), las copien y me presenten un informe al final de la clase. Si no terminan a tiempo, podrán dejar todo aquí y los que quieran podrán regresar despues de la cena conmigo para que terminen su trabajo. Bueno, ¡qué esperan!. –
– Allí está pintado…- James miraba con resentimiento a Severus. El, al igual que la mayoría, ya estaban trabajando en la poción hilarante que les había parecido divertida hasta que se dieron cuenta de que era bastante complicada, pero ahora se lo ponían peor y por cuenta nada más y nada menos que del “imbécil” de Quejicus. – ¡Como si fuera algo del otro mundo tener un frasquito de poción! ¡Bahhhh!. ¡Si sólo hay que comprarla!. –
– ¡Pónganle una varita en la mano y es un completo inútil!. – resongó Petter, dándole por su lado a James, mientras observaba, como siempre, cómo trabajaban sus compañeros, mientras el mantenía las manos entrelazadas a su espalda (así hacía menos desastres).
– Ustedes mientras tanto, diviértanse haciendo un poco de poción hilarante. ¿De acuerdo? – dijo a Lily y a Severus.
¿Qué hacían alumnos tan jóvenes con pociones como el díctamo en su poder y encima, fabricadas por ellos mismos? no era cosa que le preocupara al profesor de pociones. Para él, mientras hubiera talento, había que utilizarlo. Sabía perfectamente que después de la cena habría un grupo muy reducido regresando con él al aula y decidió halagarlos con una pequeña reunión preparatoria para el concurso que él mismo había organizado para “exhibir” a sus futuras “eminencias”.
– Me caen bien estos chicos…– comentó Lily mentalmente a Severus.
– Sí. Pero son inestables. Ten cuidado con ellos…¿Vale?. Tienen muchos conflictos internos y podrían resultar “peligrosos”…-
– Bueno…sólo falta…- exclamó Joshua, complacido, pero fue interrumpido por Severus quien dijo en voz moderada, a nadie en especial, que faltaba un minuto para que terminara la clase.
Joshua pareció entender inmediatamente la indirecta y se puso a recoger sus cosas. El profesor apremió a la clase y cuando el último salió disparado después de dejar su informe en su mesa (mismos que no pensaba revisar) se acercó a los chicos. Revisó los calderos y observó que, no sólo habían separado los ingredientes de la poción correctamente y habían hecho el informe perfectamente, sino que habían hecho más poción, siguiendo las instrucciones de Severus y Lily. Sonrió satisfecho y dijo divertido:
– He decido cambiar de planes. Nos reuniremos a la hora de la cena, en mis aposentos. Termínenla y embotéllenla. Luego vayan a sus respectivas clases. Esta noche abordaremos temas muy interesantes. – sonrió posando sus manos en la cinturilla del pantalón. – ¡Ah!, pueden llevar un invitado. –
Saliendo del aula, James los atajó, con Sirius a su lado, recostado en la pared, con cara de estar mortalmente aburrido.
– ¿Qué?, ¿Fue mucho para ustedes?. Pero, ¡por supuesto! – Exclamó James dándose una palmada en la frente – supongo que una poción hilarante fue mucho para ti, SE-VE-RUS. –
Algo en la serena inmovilidad de Severus, hizo que los que los rodeaban, se tensaran y esperaran muy quietos la réplica de Severus. Joshua lo observó con el ceño fruncido, al parecer evaluando si Severus era un cobarde o si simplemente estaba muy por encima de la situación. Decidiéndose por lo último, se relajó y acomodó también contra la pared.
– El grupo está completo. – anunció mentalmente a Lucius que estaba en clase, mientras él y sus amigos, retomaban su camino.
Sólo quedaba un asunto por tratar: El destino que eligirían como premio, ya que los nuevos integrantes, tenían asuntos pendientes en el pasado, demasiado traumáticos y demasiado recientes como para querer dejar pasar una oportunidad como la que se les presentaba, a diferencia del resto, que prefería atajar lo que viniese en el futuro. Lucius y Severus decidieron que lo hablarían luego.
Remus Lupin, observaba tristemente a Severus. Luego, fijó la mirada en Orel y recordó cómo se veía cuando había llegado a Hogwarts y cómo lucía ahora. Se deprimió un poco más pensando en el concurso de pociones: “Visitar cualquier destino, en cualquier momento”. Si regresaba y se salvaba a sí mismo de las garras del licántropo que le había mordido… Si, ¡sería tan fácil!. La solución perfecta, una que cada vez veía más lejos. Jamás lograría ganar con Snape y su grupo de por medio, pero… si pudiera acercarse a ellos…
Por un segundo, sintió el impulso de implorar a Severus su ayuda, pero eso significaría acabar la amistad que tenía con James y Sirius y por un momento, se sintió tentado a hacerlo…
***
Al día siguiente, los chicos fueron de paseo al Bosque Prohibido, para visitar a Mielitrra y a Heríos.
– ¿Porqué crece tan rápido? – comentó Lily asombrada de que el chico que hacía unos cuántos días era un bebé, ahora medía el doble de su tamaño y su desarrollo avanzaba a pasos agigantados.
– Supongo que por ser una mezcla entre hombre lobo y licántropo. Además, su crecimiento estuvo detenido por mucho tiempo en casa de Mielitrra… supongo que se recupera ahora. –
– Severus, – preguntó el hada. – ¿Cómo pudieron ver tus amigos todo lo que sucedió con Heríos?. ¿Podría yo verlo?. –
Severus materializó una vasija de piedra, redonda y la llenó de agua. Puso el dedo índice en su lacrimal y recogió con él, una lágrima que parecía plata derretida y la echó al agua. Mielitrra vio como se empezaba a formar una imagen y se fue acercando para ver mejor, aunque desde su posición lo hacía perfectamente.
– Mielitrra, esto es un pensadero. Lo que ves, es un “pensamiento” que he recogido de mi memoria con un hechizo no verbal. Uso el agua como pantalla. Si te acercas demasiado a esta, no pasará nada. Pero, hay otros tipos de pantallas… Con otros conjuros, se pueden convertir en “entradas” y si te acercas demasiado a ellas, es propable que quedes atrapada en el recuerdo y mueras. ¿Entendido?. –
El hada asintió, se retiró un poco y advirtió que las imágenes no eran muy claras y Severus le dijo que lo que extrajeron de Heríos eran más bien recuerdos de las sensaciones que vivió en el momento del ataque a través de su madre.
– Es lo poco que pudo ver a través de sus ojos. –
– ¿Los bebés ven la vida a través de los ojos de las mamás? –
– No sabría decírtelo. Mis recuerdos son vívidos y se remontan a mucho tiempo atrás. Mis… antepasados… siempre han estado… cerca…pero ninguno de mis amigos ha pasado por ello. –
– ¡Eso es!. Tus antepasados… ¡Sabía que me recordabas a alguien! –
– Lo soy. –
– Draconus Prince. Mi madre habla mucho de él y su familia. Tienen dos chicos hermosos y siempre jugábamos con ellos cuando estábamos cerca de su casa. Son buenas personas. Mi madre dice que se preocupan mucho por los demás. –
Severus sintió un agradable calor en el pecho. Era la primera vez que alguien hablaba de su familia con tanto cariño. La primera vez, también, que él los sentía de esa forma, como su “familia”. Recordaba, claramente, todo lo vivido en su niñez. Antes de que Lily apareciera, su vida había sido miserable, encerrado en una habitación oscura, absorbiendo de su madre la poca luz que en ese momento tenía dentro y luchando antes que nada, por no dejarse llevar por su oscuridad. Sobrevivió. Lo entrenaron bien, pero no se podía decir que tuvo una infancia agradable. Luego, todo había cambiado y era completamente feliz. No había absolutamente nada que pudiera pedir, necesitar o desear, aún así, seguía viendo a los “Prince” como extraños, incluso a su “abuelo”, a quien sentía empezaba a ver como un buen profesor, el único que lograba aterrorizarlo y maravillarlo tanto como su madre con sus técnicas (quizás más, tomando en cuenta que era un ser “inmaterial”). Su poder no conocía límites porque su propia mente no tenía límite alguno. Su madre si tenía límites: Temía a Draconus. El mismo tenía límites: Lily. Hasta ahora, no había logrado responder al cuestionamiento que abría y cerraba sus sesiones: ¿Estás dispuesto a asumir tu poder?”.
– Llegará el día que tendrás que responderte… – la voz de Draconus lo tomó por sorpresa e inmediatamente se puso alerta, previendo cuál sería la prueba esa vez y revelando inconcientemente su punto débil al pensar en Lily. – No es a mí a quien debes temer. Se aproxima una batalla que nada tiene que ver conmigo… Claro, si no tomas en cuenta el hecho de que te “necesito” y que no permitiré que sucumbas a favor de “otros”… –
– No-te-atrevas… –
– ¿Amenazas, hijo?. –
Frente a Severus se dibujó una figura flotante que sólo él pudo ver: Su abuelo. Draconus sonreía mientras movía el dedo índice de su mano derecha de un lado a otro en señal de negación. Severus buscó los ojos de Lucius y luego, los de cada uno, para asegurarse de si sólo el veía lo que estaba sucediendo o si sus amigos podían verlo, aunque sea a través de su mente. Ninguno parecía darse cuenta de nada más que de su ceño fruncido. Respiró profundamente, se relajó y de pronto, escuchó un disparo a lo lejos.
Tenía bastante claro que no sería capaz de segar una vida, aún en defensa propia, pero, no estaba seguro de cuál sería su reacción, si alguien atacaba a Lily… ella reaccionó primero y lo tiró al piso, agarrándolo fuertemente de la manga de su túnica, mientras se preguntaba igual que el resto, de donde saldrían los disparos. El rostro moreno de Valmont palideció. Conocía muy bien el sonido de un arma de fuego, lo había evitado durante mucho tiempo. Le temía. Mucho.
– Son varias las formas para enfrentarte a una bala. – comentó Lucius como dictando un clase. – Un encantamiento escudo es el menos indicado, porque pones en peligro a quien esté cerca por los efectos del rebote.
Algunos muggles llevan siempre chalecos antibalas, pero no son cómodos ni muy necesarios la verdad, salvo en ambientes hostiles, pero para usarlos, tienes que haber visto y sentido uno primero, sino, su confección mágica sería inexacta y podría ser mortal. No es aconsejable que uses nada muggle, antes de haberlo probado bajo un ambiente controlado. Además, no cubre todo el cuerpo. –
Valmont no prestaba mucha atención, concentrado en el sonido de las balas rasgando la tranquilidad del bosque.
– Con la técnica adecuada, se podría usar incluso de forma “ofensiva”. La tomas y la lanzas de vuelta al atacante. Los policías muggles, tienden a disparar a la mano que sostiene el arma y luego a las rodillas de los atacantes. No lo considero necesario, con quedar fuera de peligro y dejar al atacante listo para que sea apresado por las autoridades competentes, es suficiente. –
– ¿Pero de donde sacaste toda esta información? –
– Soy toda una fuente de información, querida. Prosigo. También puedes desaparecerlas – continuó como si tal cosa – pero tienes que ser muy preciso. Debes visualisarlas claramente, porque podrías desaparecer otra cosa, mientras te pega de lleno en el cuerpo. Esta es la mejor opción para mí, desaparecer la bala y luego el arma, sin importar que el portador, muggle o no, sospeche que ha sido por arte de magia. Los del Ministerio se encargarían después, aunque, si uno mismo quiero hacerlo, debes borrar concienzudamente la memoria del atacante y de quienes estén cerca, para no dejar rastros, pero esa lección la practicaremos luego. –
– ¿Pero quien rayos dispara? – preguntó Joshua, con una mano protectora en el hombre de Valmont, como para infundirle valor.
– Ah, buena pregunta. Algún idiota que esté practicando “Tiro al blanco”. –
– ¿Usan los magos, armas de fuego? – eso lo desconcertó, había reducido el abanico de posibles asesinos de sus padres a muggles, jamás se imaginó que los magos también usaran armas, lo cual daba a Valmont, un punto a su favor en cuanto a su teoría de a quien tendría que impartir “justicia”.
– Algunos por deporte. Otros, para evitar dejar rastros mágicos, pero casi nunca se usan armas de fuego, más bien se emplean puñales de distintos tamaños y texturas. Yo prefiero los puñales de hielo. –
No había terminado de decir “hielo”, cuando una nueva ráfaga de balas llenó de mucho ruido el bosque, pero esta vez más cerca de la posición en la que estaban. Luego, unos gritos amortiguados indicaron una fuerte discusión entre los que parecían ser no menos de diez personas.
Lucius desiluminó a Cissy, Valmont y Joshua, mientras Mielitrra pedía a un frondoso árbol que protegiera a Roselynn, a Orel y a Heríos. Lily, se subió sola, ágilmente, a la copa del mismo árbol donde estaba Heríos y lo abrazó por el cuello, hechando un mufliato que ocultara cualquier posible exclamación del chico, quien lucía aterrorizado. Finalmente, Severus y Lucius se convirtieron en animales.
-¿Porqué rayos “escalaste” el árbol?. –reprochó Lucius a Lily mentalmente.
– ¿Un Lobo? – le respondió ella irónicamente.
– ¡¡¡Shhhh!!! – dijo Mielitrra asustada haciéndolos caer en cuenta de que estaban hablando en voz alta.
Severus estaba furioso, todos podían sentirlo claramente, por eso no hicieron ningún comentario cuando éste llamó a Lobby pronunciando su nombre entre dientes y le pidió que se los llevara a todos al castillo, con excepción de Lucius, cuya mirada altiva en su forma lupina, fue suficiente para que el elfo no se le acercara.
Una ráfaga de viento fortísimo envolvió a Mielitrra cortando el sonido del grito que dio al ver desaparecer a Heríos. Severus, en forma de lechuza y con un rápido movimiento, hizo que el hada se estrellara contra su pecho, quedando éste entre su plumaje, a buen recaudo. El Hada, entendiendo el aura del animal, comprendió que tanto ella como los otros, estaban a salvo y se agarró fuerte de las plumas del ave.
Desde arriba, Severus ubicó el tumulto. Mielitrra también y gritó nuevamente, aunque a esa altura y con la persecución que se llevaba a cado, no había forma de que la escucharan.
– ¿Son los mismos? –
– Sí. – respondió Severus a Lucius, quien perseguía por tierra a los “cazadores”.
– ¡Idiotas! –
– Se están acercando a los dominios de Aragog… –
De llegar a los dominios de las acromántulas gigantes que habitaban desde hacía mucho en el Bosque Prohibido, ninguno, ni cazador ni presa, saldría vivo, por lo que pensando más en la presa, que en los cazadores, decidieron intervenir. Severus cayó en picada, mientras Lucius se unía a la manada de centauros que llegaba y se unía a la persecución. Mielitrra emitió un chillido que sólo Severus fue capaz de escuchar en su forma de lechuza, llamando a unas enormes lechuzas salvajes del bosque, que nada tenían que ver con las del colegio.
– Que hagn lo mismo que yo. Y que no les piquen los ojos. –
– Se lo merecen… – rezongó Mielitrra pero no insistió.
El mismo Severus interceptó al que parecía ser el líder y lo tomó por los hombros, enterrándole las garras más fuertemente de lo que habría necesitado para soportar su peso y lo llevó rápidamente al borde del bosque, lanzándolo desde no menos de veinte metros de altura. Las demás, siguieron su ejemplo y pronto hubo una pequeña montaña de cuerpos sangrientos, acumulada cerca de la cabaña de Hagrid, el ayudante del guardabosque.
Hagrid salió de su cabaña corriendo, portando una gran ballesta que apuntó a las aves que revoloteaban encina de los cuerpos, sin embargo, notó que una rezagada, llegaba con su carga y la dejaba caer arriba del montón, lo que le hizo entender inmediatamente, que los chicos se habían metido donde no debían. Dejó caer la ballesta y se aproximó al montón manoteando el aire y gritando para dispersar a las inmensas lechuzas. El ruido atrajo la atención inmediata del castillo, especialmente de su director, quien llegó rápidamente al lugar y ayudó mágicamente a Hagrid, a poner en camillas a los chicos y llevarlos a la enfermería, ayudado por la Sra. Pomfrey, Profesora McGonagall y el profesor Slughorne. El resto de los profesores, atajaba en la puerta del castillo a todos los curiosos, haciéndolos regresar a sus salas comunes con la ayuda de los prefectos a quien permitieron usar magia para poder retener a la horda de curiosos.
– ¿Están muertos? – preguntó Valmont aterrado.
– No creo. – respondió Joshua embelesado con la escena.
Las lechuzas, habiendo cumplido su labor, se retiraron, volando entre los árboles. Severus agradeció su intervención. Luego, volvió a su forma humana y se encontró con Lucius, que, junto a los centauros, revisaba a los caballos salvajes que habían sido usados por los chicos en su persecución contra el unicornio. La presa, una hembra joven, coceaba, furiosa y no permitía que se le acercaran.
Mielitrra salió de entre el cabello de Severus y la vió. Le dijo que quería revisar su herida, ayudarla y el animal se tranquilizó.
– Sólo fue un rasguño. Son muy rápidos, pero muy confiados a veces. – refunfuñó uno de los centauros. – Esos chicos eran del colegio. Pude ver sus insignias. –
– Efectivamente. Lo siento. Me aseguraré de que se lleven su merecido. –
– Confiamos en ustedes. –
Lucius pidió a Dobby que los llevara al castillo. Se preguntaron de donde habrían salido las armas y cómo rayos habían pasado la seguridad del castillo.
– Si logro confirmar que esas armas eran de ese… “Weasley” – dijo vomitando el nombre con desprecio – te aseguro que haré que lo destituyan de su cargo en el ministerio. –
– Ya. – fue la lacónica respuesta de Severus y eso encendió más la rabia de Lucius. –
– De una u otra forma, voy a lograrlo. ¡No puede salir impune siempre!. –
– Lucius, de todas las cosas insignificantes que nos rodean, de veras, no entiendo porqué precisamente ésta te saca de tus casillas. –
– No es él, es el apadrinamiento de Dumbledore. Me choca que a los suyos los deje hacer y deshacer. En vez de haber expulsado a Weasley, lo recomienda para que trabaje en el Ministerio, ¿de qué va eso?. El tipo es un peligro: ¡Su afición a las cosas muggles, es tan peligrosa como la afición de Hagrid a las bestias!. ¿Y qué me dices de la que ahora es su mujer?. ¿Haciendo filtros de amor para “citas perfectas” entre enamorados?… Esto es serio, ¡No seas imbécil! – estalló por la burla que veía pintada en el rostro de su amigo. – Por más romántico que lo vea todo el mundo, ¡Nada tiene de romántico!. ¡¡¡Si las personas no se gustan como son, simplemente no deben estar juntas!!! –
– ¿Yo dije algo?. – Preguntó sonriendo Severus.
Lucius bufaba. Había investigado la trayectoria de Arthur Weasley en el Colegio y la que llevaba en el Ministerio de Magia, cuando éste presentó su candidatura para pertenecer al Consejo Académico. Ni siquiera tuvo que recurrir a su padre para hacer que Dumbledore desistiera de ese nombramiento porque presentó muchas pruebas que mostraban su lado “laxo”, en cuanto al cumplimiento de las normas se refería y dijo que las mostraría al pleno si Arthur era nombrado. Lo consiguió, pero el sabor de la victoria no le duró mucho, ya que Dumbledore, lo recomendó entonces ampliamente para que fuese promovido exactamente en la misma posición que ocuparía Lucius cuando saliera del colegio, una posición que había planificado, serviría enormemente para estrechar sus lazos comerciales y sus muchos asuntos “personales” con el mundo Muggle, teniendo carta blanca para manejarse entre ambos mundos sin mucha supervisión. Lucius acudió entonces a su padre… ¡ya era una afrenta personal!.
– Hijo, ¿Cuántas vidas serían influenciadas por él? –
– Padre. Yo-presenté-ese-proyecto. –
– Si y tu presentación fue impecable hijo, será de mucha ayuda. De pronto el chico, con su afición a los objetos muggles, resulta ser útil en ese departamento, bueno, si es que Julios lo deja hacer, su hijo ha estado dándole la lata con este asunto, supongo que a instancias tuyas… –
– Por lo menos, Julios hace caso de las recomendaciones de su hijo… –
– No te pases, Lucius. Por cierto, las “relaciones” sociales y/o de amistad, son un tesoro que hay que cuidar. No es aconsejable que gastes “favores” en cosas tan nimias. ¿Entendido?. ¿Seguimos?. La agenda es complicada hoy. –
Lucius respiró profundamente… y leyó el punto siguiente, mientras tachaba con rabia el nombre de Arthur Weasley de la agenda del día.
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Ese Draconus intimida y mucho je je je y no entiendo quienes eran los estudiantes por que o de que estaban disfrasados de “CENTAUROS” o que mismo por mas que leo me hago bola y ese Lucius sabes si eso fuera verdad seria una verdadera razon para que Lucius se burlara de el en Hp 2…LO ODIA POR “ROBARLE LA IDEA”
Los estudiantes eran alumnos del colegio, con mucho dinero y gustos extravagantes. Simplemente decidieron tomar armas muggles (que efectivamente les había dado Arthur cuando estaba en el colegio a través de sus contactos) y habían ido a cazar un unicornio. Usaron unos caballos que estaban pastando cerca (nunca tuvieron mejor oportunidad hasta ese momento) y se lanzaron a la caza.
Los centauros del Bosque Prohibido vieron lo que pasaba y se lanzaron a ayudar al unicornio y a los caballos.
Afortunadamente, Severus y Lucius intervinieron y ni el unicornio, ni los caballos, ni los centauros, ni las lechuzas sufrieron daño.