El status de sangre pura era cada vez más difícil de encontrar en los tiempos en los que se vivía y muchos magos optaban por “mantener la raza” casándose entre primos lo que a sus ojos aseguraba una descendencia pura, sin embargo, la familia Prince, fue más allá, obligando a sus hijos a procrearse para tal fin. Esta constante en la familia, produjo, una línea “más pura” que aquéllas, cuyos matrimonios se hacían con parentesco de segunda línea, pero debido a las prácticas secretas del jefe de familia, “más desquiciada” y cada vez menos competente para vivir en sociedad.
La ley mágica no censuraba dichas uniones, sin embargo y dado los resultados presentados en “Los Prince”, eran evitadas, lo que dicha familia tomaba como un claro signo de debilidad, incluso de alta traición, ya que para ellos era preferible “trasgredir” las leyes naturales en vez de contaminar su sangre. Luego de la concepción, las mujeres eran separadas de la familia y obligadas a vivir solas, encontrándose ocasionalmente todos, más que nada para “arreglar” nuevas uniones. De esta manera se evitaba que surgieran lazos sentimentales entre sus miembros, cosa que resultaba imprescindible debido a que la magia oscura que usaban para evitar algunos problemas congénitos, requería la supresión total del “amor” o de cualquier relación afectiva.
Al igual que su madre, Abigdail fue obligada a tener relaciones con su hermano desde muy temprana edad hasta que, como todas, concibiese un hijo “puro”, pero hubo una diferencia con el resto de su familia: Abigdail y su hermano William llegaron a amarse, aún conociendo las consecuencias que podría traer esta situación. Ambos pudieron disfrutar de ese amor, por un tiempo, ya que, William, un genio innato en las pociones, dotado además de un increíble talento en las artes mágicas, pudo disimuladamente mantener a su amada sin concebir, sin que nadie se diera cuenta…bueno, casi nadie, ya que su madre parecía sospechar de ellos y así se los hizo saber un día, dándoles un ultimátum.